Tú a Boston y yo a Nuremberg, pero por favor, !NO TE LLEVES A LOS NIÑOS!

sustracciónY si te los llevas, que sea con mi consentimiento; y cuídate de que lo puedes acreditar…

En caso contrario, nos vamos al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Mula para que el Sr Juez de primer destino; después de sufrir un desmayo por hiperventilación cuando le contemos nuestra historia, decida dónde tienen que poner el huevo nuestros retoños.

Pues sí, Señores y Señoras; que esto del mestizaje y de las parejas multiculturales es una cosa muy cool y muy bella, no digo yo que no, pero que tiene su lado oscuro, sobre todo cuando los amantes dejan de entenderse, y no sólo por culpa de la barrera idiomática.

Cómo no va a ser de cuento de hadas la historia de la alemana que se va de Erasmus a Francia, donde, en un atardecer «sous le ciel de París» bajo la Torre Eiffel, ve pasar a un apuesto americano que, renegado de la industria cinematográfica nacional, en la que sólo te dan crédito si tu peli es de salvar el mundo o, al menos, sale Will Smith, está probando suerte en la vieja Europa, cámara en mano, para hacer el cine que siempre soñó; el independiente, el que no da ni un duro pero te imprime un sex appeal que ya lo quisiera para sí Ben Affleck.

Se miran, se sonríen y el resto es historia… De amor, claro está… Con sus conversaciones hasta el amanecer, sus paseos cogidos de la mano y su comerse a besos en la penumbra de cualquier callejón…

Tanto es así que en un viaje al Estado de Massachusetts para que la germana conociese a los padres de él, en pleno partido de los New England Patriots frente a los Cowboys de Dallas, nuestra Anna se encuentra con su blanca tez y su cabello rubio trigo en la pantalla del marcador, y a su americano de pro, de rodillas, con un pedrusco en una mano y la mostaza resbalándole por la barbilla, el cual pregunta compungido: «Will you marry me?.

Celebran una boda por todo lo alto en la bonita ciudad de Nuremberg, con ritos anglicanos y videoconferencias varias para que la vieja tía Amy, que no se puede mover, mande sus bendiciones a los recién casados.

Tras la boda; los amantes de Teruel que diría mi madre, se vuelven al París que los vio nacer (como pareja) y se instalan en un pequeño estudio del barrio de Montparnasse, donde él lo sigue intentando con la dirección y ella se propone terminar sus estudios de arte…

Entre facturas sin pagar y cenas en la azotea, conciben a una dulce francesita que nace morena como su padre y con los ojos claros de su madre.

Desesperados porque en París los pañales cuestan como si los hipopótamos del culete los hubiera pintado Dalí, y ya les ha llegado la segunda carta del casero para que paguen la renta, deciden que como en España no se vive en ningún sitio, que ella estuvo una vez en las Fiestas patronales de Caravaca de la Cruz y que por esa zona los pueblos tienen mucha solera, hace un sol de escándalo y la playa pilla «a tiro de piedra».

Sin muchas más cavilaciones, nuestra Anna y nuestro Paul, acompañados de la pequeña Chloe, ponen rumbo al Noroeste murciano donde capean como buenamente pueden una relación bastante menos idílica que la que soñaban mientras paseaban a orillas del Sena, y hacen crecer la familia con un varón al que deciden llamar Otto  a cuyo alumbramiento, por cierto, no asiste el padre de la criatura que, cansado de malvivir vendiendo guiones a pequeñas productoras europeas, ha sucumbido a una oferta de la Paramount para rodar una serie en emisión nocturna sobre las desventuras de una antigua estrella del boxeo, y ha establecido su residencia temporal (al menos así lo cree nuestra Anna) en el flamante distrito de Hollywood.

La historia ya no parece tan idílica, ¿Verdad? Pues aún hay más:

Entre llamadas a cobro revertido y vuelos que se retrasan reiteradamente, la relación termina hecha pedazos como el corazón de la dulce Anna, que de repente se encuentra sola, en un país extranjero y sin perro que le ladre.

!Y a ver quién le resuelve a nuestra protagonista el galimatías del divorcio, la custodia, la pensión de alimentos de los niños…!! Para empezar no sabe ni dónde tiene que presentar la demanda; ¿en el añorado París?: ¿En su Alemania natal?, ¿en la diabólica España que ha destrozado sus sueños e ilusiones?… Y, una vez que consiga interponer la demanda ¿Qué ley le va a aplicar el Juez/Richter/Juge/Judge? ¿El BGB alemán que estudió durante un año antes de decidir que el Derecho no era para ella?; ¿El Code Civile francés que presidía el salón de su piso de estudiantes durante su aventura gala? ¿los antecedentes jurisprudenciales del Estado de Massachusetts? ¿o tal vez nuestro Código Civil de 1889?.

Si nuestra alemana no consigue encontrar unos abogados «resultones» como nosotras, que puedan dar respuesta a sus inquietudes de puro Derecho Internacional Privado, podrá verse tentada a coger a sus churumbeles y poner pies en polvorosa en el primer avión destino Baviera que salga desde Alicante.

Y mucho ojo, porque si en la inestabilidad emocional de la otrora Sra. Anderson, nadie interviene para poner cordura, se estará buscando un lío de los gordos. Cometerá un secuestro internacional de menores que, además de ser un ilícito penal, podrá desencadenar un proceso complicado de restitución…

Y el pobre Sr. Paul, que vuelve a casa por Navidad, cargado de regalos y vestido de Santa Claus, de repente se encuentra que Chloe y Otto no están en casa, ni sus ropas, ni sus maletas y pronto resuelve que su madre se los ha arrebatado y, se encuentra tan perdido como se encontraba Anna antes de marcharse.

Y precisamente, de este fenómeno tan caleidoscópico en el que la mayoría de las veces, como suele suceder en Derecho de familia, no hay buenos ni malos, sino decisiones condicionadas, turbadas y tomadas en caliente; y de su forma de resolverlo, habla mi estimada compañera Carolina Marín Pedreño (referente donde los haya en esta materia) en su libro: «SUSTRACCIÓN INTERNACIONAL DE MENORES y proceso legal para la restitución del menor», publicado por la editorial jurídica LEY 57, que presentó el Viernes pasado en La Muralla en Murcia, junto a otros muchos compañeros y grandes expertos de esta cosa apasionante que es el Derecho Internacional Privado.

La obra, además, por si fuera poco, lleva  prólogo del Magistado Don Francisco Javier Forcada Miranda, Juez de enlace en España de la Conferencia de la Haya, así que sin duda es un imprescindible en el escritorio de todos los compañeros y agentes jurídicos que quieran conocer mejor esta realidad jurídica y social. Yo no veo el momento de quedarme a solas con él!!

*Nota de la autora: La aquí firmante es plenamente consciente de la seriedad que presentan los casos de sustracción internacional de menores y de lo doloroso de sus consecuencias, por lo que el tono ameno que empleo en el post y que sonará a quiénes de vez en cuando se tropiezan con el blog, no pretende frivolizar una cuestión tan delicada, sino, simplemente, presentar de forma superficial y desde un plano teórico, la situación potencial de muchos de estos casos, de una forma que resulte accesible para mi abuela y para mi madre que hasta ahora son mis lectoras incondicionales.

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