Lo que de verdad importa.

Miércoles, día 26 de Abril, 11:00 AM. Estoy en el despacho. ¿Por qué siempre me sucederá lo mismo? A finales de Marzo me congratulo de lo tranquilo que se atisba el mes de Abril y me regocijo ante la expectativa de no abrir el pc durante los cuatro fines de semana que nos brinda; con sus Sábados y sus Domingos. Tengo que adelantar trabajo que luego llegan los imprevistos y se me vuelve a liar el «zompo», pienso…

Pero qué demonios, el relajo no me sienta bien. Al final ya tengo el zompo liado. Menudo final de mes; y los impuestos, y los plazos, y las vistas… Y las citas y reuniones. Recuerda la de las 12, me prevengo.

Suena el móvil; es un mensaje de What´s app:

La zozobra y la ansiedad por los plazos, las vistas, los impuestos, las reuniones se diluyen, se deshacen como la cera de una vela encendida. La lista de tareas y los pensamientos, la gestión del tiempo y la organización se acomodan en lugares secundarios cediendo el paso amablemente.

Parece mentira, con lo importante que parecía todo eso hace diez segundos.

Suelto el móvil y lo dejo sobre la mesa. Tengo dos minutos para tomar una decisión; para moverme en realidad. La decisión la he tomado ya. De forma casi involuntaria; refleja.

Cojo el bolso. Llamo a mi secretaria: Cancela la reunión. Tendré que darme prisa si quiero llegar a tiempo.

Cojo el coche. Me muerdo el labio. Tengo que darme prisa si quiero llegar. Ya me lo dijeron la semana pasada; pero lo olvidé. ¿Cómo pude olvidarlo? Tienes demasiadas cosas en la cabeza, me autodisculpo.

Suena el móvil de nuevo. Otro mensaje de What´s App: Oh no!! Ya están ahí. No voy a llegar. Meto la 6ª. Corro un poco más.

Mierda! Me lo estoy perdiendo. Me la estoy perdiendo. Y si está asustada? y si no lo comprende…? Y si le encanta? Cómo será su cara?? Mierda!! Me lo estoy perdiendo.

Estoy llegando; me quedan cinco minutos. Suplico al cielo: Que no se hayan ido todavía.

Cojo, por fin, la calle que lleva a la guardería de mi hija. Todavía se oye la dulzaina. Y el tambor. Aún están ahí.

Aparco, por decir algo.

Salgo del coche. Activo el modo rastreo y la localizo: Está contenta!! Hace palmas!!  «El Tío de la Pita y Tamboril» entonan la serafina y mi hija baila, agacha las piernas y mueve las manos haciendo círculos. balbucea algo parecido a Serafina y se ríe, con la boca muy abierta y los ojos achinados.

Me ve y de inmediato gira la cabeza hacia los músicos. Quiere mostrármelo. Quiere enseñarme lo que ha descubierto. Si yo no hubiera estado, también habría querido enseñármelo. Menos mal que estoy. Menos mal.

La cojo en brazos y baila, sigue bailando y mirándome, y mirándolos, y riéndose, y me está queriendo decir: Mira, mamá, cómo cantan, y tocan música, y me estoy divirtiendo y me gusta. Y me lo está diciendo.

Y con toda seguridad, el mes de Mayo tenga menos fines de semana, pero ha valido la pena.

El tío de la Pita es lo que de verdad importa.

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Feliz día de la Madre a todas las mamás del mundo. Todos los días, son los días de las madres; pero qué bien que haya uno en el que se acuerdan de decírnoslo!!

PD.- Las fotos son de un viaje a Amsterdam y Utrecht que hicimos en Semana Santa y del que escribiré algo por aquí.

PADRES DIVORCIADOS: ¿A qué cole llevamos a los niños? ¿Hará la Comunión? ¿Pueden ir al psicólogo?

A menudo y, desgraciadamente, cuando se atraviesa la tortuosa senda del divorcio o la separación, los padres se muestran aún más incapaces de alcanzar acuerdos que nuestros políticos.

A menudo, también, y muy desgraciadamente, las diferencias personales y el acervo emocional «gestado» durante la crisis de pareja, se imponen al objetivo del bienestar de los menores, y cada pequeño paso en la vida familiar se torna conflictivo, cada decisión desencadena una lucha cuerpo a cuerpo, y, por ende, la dinámica familiar se convierte en una tortura angustiosa.

Nada nuevo: Acuérdense de las icónicas cintas «La guerra de los Rose» o «Kramer contra Kramer».

Observo, en mi vida profesional, que muchos padres divorciados y separados albergan constantes dudas sobre quién y cómo deben adoptarse las decisiones acerca de los hijos cuando los progenitores se encuentran separados o divorciados y, asimismo, sobre con qué mecanismos cuentan cuando no están de acuerdo con alguna decisión adoptada por el otro progenitor.

Éste es el tema sobre el que he escrito en el blog de nuestro despacho profesional. Me pareció que también es un tema interesante para aquéllos de Ustedes que acostumbran a dar una vuelta por aquí, pues, como bien se desprende del título que me busqué, es una cuestión «entre togas y chupetes»…

Por ello les dejo a continuación el enlace del blog por si les interesa echar un vistazo:

 

http://as-abogados.com/blog/

Muchas gracias y feliz Jueves!

¿A QUÉ DEDICA EL TIEMPO LIBRE?

En esta Santa casa tenemos instaurado el descanso a turnos. Mis clientes  me dan los buenos días con familiaridad, mientras mi familia lo único que encuentra de mí por la mañana es el olor a Coco Madmoiselle que dejo en la entrada.

El de los 70´se toma el café en la puerta del trabajo y para cuando vuelve a casa me encuentra desvencijada en el sofá, absorta, extasiada incluso para articular palabra; como si hubiera sobrevivido a una abducción alienígena.

Esto es así cada día de nuestra semana:

Llego a casa a mesa puesta y el de los 70´no me deja ni quitarme los tacones; el tiempo justo de ingerir los alimentos y levantar la vista del plato, únicamente para comentar algo especialmente reseñable, como que se ha acordado de comprar pan; que el leñador ha depuesto en consistencia blanda, o que Pearl Jam anuncia gira americana.

Un beso de ahí te quedas que me voy y mi esposo nos recoloca, con un un portazo, en la rutina de darnos los recados a través del whatsapp.

Cuando por fin me recorre la espalda el cosquilleo del Viernes, y en mi mente no hay espacio nada más que para ésto y para  jarras y jarras de cerveza fresca, empiezo a hacer planes como la lechera. Evoco picnics en el parque; vinos blancos en terrazas; atardeceres en paseos marítimos; cenas románticas para dos y verbenas de risas y gyn tonics con las supernennas y con los Foritos.

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Pero mis planes, como la jarra de leche de la protagonista del cuento, acaban desparramados en el suelo de la cocina cuando el de los 70″ me sorprende con la noticia (según él, me la recuerda) de que tiene un ensayo con una de las 2.320 orquestas con las que colabora, el Sábado por la mañana; que tocar en una boda el Sábado por la tarde y una ruta de bicicleta el Domingo por la mañana.

Eso sí, tenemos un Domingo por la tarde, entre las 6 y las 8.30, precioso para disfrutar en familia.

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Y si perciben cierto resquemor en estas líneas, han acertado de pleno, y es que el padre del leñador y una servidora coincidimos en esta vida solamente para pasarnos el testigo. Y yo que pensaba que esto de tener un amante violinista era de lo más arrebatador… Aún recuerdo la reacción de la Crack cuando le conté que me había enrollado con un músico…  Debió pensar que cada día sería algo parecido a ésto...

A esta tensión, que nos ha tenido entretenidos en los últimos meses, le hemos buscado un amortiguador: Hemos comprado un calendario imantado y lo hemos colocado en la puerta del frigorífico. En él vamos anotando nuestros quehaceres y obligaciones ineludibles (trabajo y más trabajo, visitas a médicos y las contadas veces en que me toca hacerme la cera) y también aquéllos pasatiempos que cada miembro desea hacer en soledad.

Su primera función es la obvia; nos sirve para plantear estrategias, desarrollar proyectos, diseñar operativas….

El segundo, al que el de los 70, hasta que este post se publique (si lo publico) es completamente ajeno, tiene la finalidad de representar gráficamente a qué dedicamos el tiempo libre.

A final del mes voy a contar todas las bicicletas, los partidos de fútbol y los gimnasios que hay apuntados en cada mes y los voy a canjear por vales de tiempo disponibles para mí… Aunque lo cierto es que al final, los acumulo hasta que de viejos caducan, y no me sirven para las ofensivas frente a las carreras de mountain bike.

En cualquier caso, (OJO QUE VOY A DAR UN TIPS COMO UNA BLOGGERA DE VERDAD) lo cierto es que desde que hacemos uso de recursos organizativos, hemos reducido el nivel de conflictividad en casapatare. Saber de antemano los planes de tu consorte (o, vale, cariño, poder tenerlos anotados para recordarlos) sirve para no fantasear con fines de semana de puro ocio o, como acostumbro a hacer últimamente, para impugnarlos, sancionarlos, discutirlos y defenestrarlos.

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El último día del mes anotamos los compromisos laborales que se extralimitan de nuestras jornadas ordinarias; seguidamente citas en el médico y demás obligaciones que atender.

En los huecos que quedan libres para el de los 70´, en los que yo tengo que pringar como buena autónoma que se precie (él siempre tiene esta ventaja) suele fijar sus quehaceres con bastante libertad, mientras la lista de to does de nuestro hogar se empieza a parecer a mis exámenes de Derecho Civil de la Universidad.

Cierto es que el chico es prudente, y cuando me percibe al borde del histerismo, se reserva una mañana para llamar al carpintero, poner un cuadro y preparar una receta con la que hago como que se me olvidan todos los reproches que tengo almacenados.

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En los huecos que nos quedan libres a los dos, si el total de los computables da para al menos tres actividades, tratamos de hacer planes repartiendo los tiempos. Entre el 70% y el 80% del tiempo libre que tenemos intentamos pasarlo juntos, los tres, y dejamos un 10%-20%  para hacer algún plan «Child unfriendly» (ver una peli o salir a tomar una cerveza con amigos o familia). Al final del todo, en los 14 minutos y 30 segundos que restan, si se tercia, es posible que mamá pueda ojear una revista, salir comprarse unos zapatos o actualizar el blog.

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Tengo miedo de las noches…

Las 20:30 en «casapatare». Después de 80 Km hasta el trabajo; citas con clientes, plazos que atender, demandas que redactar, señalamientos, visitas al Juzgado, llamadas telefónicas, correos sin contestar; después de otros 80 Km de vuelta a casa… Después de una mañana de guarde con canciones, juegos y luchas encarnizadas con otros mocosos; después de una tarde de paseo, parque, «patrulla canina», carreras de coches, ¿Dónde está el bebé tigre?; varios conciertos de guitarra, tambor y piano desde el corazón de Seattle; de muchos «cucús, tatás», de incontables «que te pillo»  y de cosquillas en el sofá, llega la hora del baño.

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Coloco la bañera de Stokke naranja que compramos al leñador y que parecía que se le quedaría pequeña con tres meses (a sus 17 aún le sacamos partido y estamos encantados con ella: es cómoda,flexible, bonita y cabe hasta en nuestro cuarto de baño), y empiezo a llenarla con agua templadita. Por un momento fantaseo con la idea de que ese baño fuera para mí y que en la cama me esperara un masaje con crema hidratante y un pijama suave y con olor a norit… ay! Por el contrario aún me quedan unas cuantas batallas que librar:

La primera; convencer a woodcutter de que en la bañera nos lo vamos a pasar muy bien. Una vez dentro, demostrarle que es mucho más divertido tirar el agua dentro que fuera; conseguir que se ponga de pie para lavarle el pompis y sus partes nobles; convencerlo ahora de que fuera de la bañera se lo va a pasar mejor…

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Para lograr que permanezca tumbado boca arriba mientras le pongo las cremitas y el pañal en mi nueva marca de 0,80 minutos, emulo los sonidos de la ambulancia y el camión de bomberos. Uno es niiii-noooooo niiiiii-nooooo y el otro ninu ninu ninu, pero nunca logro recordar qué sonido le he asignado a cada uno… El pobre debe andar hecho un lío.

Después de unos minutos de expansión medio en cueros entre los cojines de nuestro lecho conyugal, consigo terminar de ponerle el pijama y con alguna artimaña de teatro de variedades, lo meto en su trona mientras pongo en youtube su vídeo favorito de «Instrumentos Musicales». Por más que lo ve, no se harta nunca… Debo reconocer que es de lo más envolvente y relajante.

Entre estrellitas, pianos, y orquestas de globos se toma sus papillas y, en los 2,5 minutos que me quedan hasta que empieza la parte del vídeo  en que unas manos hacen dibujos con arena, se aburre y empieza a pedir MAMÁ TETA, TETITA DE MAMÁ PARA EL NENE.., corro presurosa a recoger la habitación que luce empantanada de juguetes, a tirar el pañal sucio, a recoger su ropa, a localizar su chupete, a colocar una botellita de agua a los pies de su cuna y a quitarme el vestido y ponerme algo cómodo con lo que entrar en faena.

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Con un ambiente de relajación en mi salón que ya lo quisieran los Hare Krishna, acurruco a mi hombrecito entre mis domingas y empiezo a cantar el repertorio invariable de nanas clásicas que he ido almacenando en mi cabeza a lo largo de estos 17 meses: Pajarito que cantas; Duérmete mi niño que tengo que hacer; Duerme, duerme negrito; Estrellita dime tú y Haga tuto Guagua.

Generalmente para la última, y aunque parezca mentira, el «enemigo» ha sido derribado y duerme plácido entre mis brazos. Los días que se resiste, incluyo algún BIS.

Lo acuesto cuidadosamente en su cuna, mientras espero que venga el de los 70 con una cena maravillosa y enormemente elaborada a base de leche y cereales Special K.

Ese momento es único. La casa en silencio y yo, dueña de mi misma. Me miro al espejo, me recojo el pelo y pienso que tal vez debería cortármelo o echarme mechas. Preparo mi vaso de leche como el que espera degustar un chardonnay y el de los 70´entra por la puerta. Me pregunta qué tal el día y, como si hubiese sido pan comido, le respondo que muy bien. Ninguno de los dos parecemos interesados en malgastar las pocas horas de libertad y paz que tenemos hasta caer rendidos por el sueño, en contarnos las luchas.

A veces nos hacemos los valientes y nos ponemos una peli… No si dura más de 120 minutos. Pocas superan la prueba de calidad que implica unos padres de un bebé con dificultades de sueño. El jurado de Cannes debería estar formado por papás y mamás. Si no nos dormimos y no decidimos quitarla, la peli es todo un éxito.  Otras veces me enredo con una lectura y disfruto de un placer casi pecaminoso durante al menos diez páginas.

Y, finalmente, papá y mamá se van a la cama deseándose suerte; esperando tener unas cuatro horas de sueño ininterrumpido que nos permitan resetear el disco duro y apacigüar nuestros deseos de desaparecer en la Isla de Vanatu.

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PD.- Escribo esta entrada tras una semana en que mi leñador parece haber comprendido que sus papás están al borde del desquicie y duerme como un campeón. Ahora tengo miedo de que al decirlo en voz alta, se deshaga el hechizo…

Vida y obra de una blogger de nacimiento

Mi hermana es una blogger.

Pero no es de ahora, no, es de siempre. Desde que nació es una blogger.

Mi hermana consigue la estética en todos sus gestos.

Mi hermana me ha causado una envidia espantosa a lo largo de los años. Gracias a Dios a día de hoy bien llevada envidia, aunque no ha sido siempre así. Entre los 9 y los 15 años, envidia mal gestionada y de los 15 a los 18, envidia reprimida.

Pero ¿cómo no iba a sentir envidia?…

Mi hermana y yo empezábamos el curso escolar igual de entusiasmadas. Éramos así de pavas; nos gustaba estudiar, mucho. Bastantes humillaciones nos hemos llevado ya por esta condición nuestra de pavas. Si a ello le suman que éramos más bien gordas (para qué andarse con eufemismos) ya lo tienen: Bullying que lo llaman ahora.

Pero a lo que íbamos. Mi padre nos llevaba a la librería Piscis cuyo dueño regente, que en paz descanse, nos daba un poco de miedo porque hablaba muy rápido y nos miraba demasiado directamente a los ojos. Siempre queríamos ir con nuestro padre porque él no se resistía a nuestros encantos y, especialmente, a la capacidad persuasiva de mi hermana.

Comprábamos  material escolar con la misma alegría con la que ahora compramos zapatos o posavasos de zara home: Gomas para borrar, possit varios, pilots, bolígrafos, fixo, grapadora, taladradora, quitagrapas, reglas, escuadras, compases, calculadoras, libretas, carpetas, archivadores con plásticos separadores de colores, rotuladores…

Cuando llegábamos a casa con todo nuestro arsenal, nos íbamos a nuestro cuarto a preparar las mochilas del día siguiente. Al cabo de un rato en el que me había quedado absolutamente «ennortada» mientras leía el capítulo del libro de historia que narraba «La Toma de la Bastilla», levantaba la mirada y espiaba de reojo lo que estaba haciendo mi hermana: 

Mierda! La muy blogger había puesto título a cada una de sus libretas; y no de cualquier modo. Cada libreta asignada a una asignatura; con el nombre de la materia escrito con letra redonda y preciosa en rotulador, y su nombre, curso y teléfono en el margen izquierdo del folio. 

Juro que intenté copiarla; pero nunca me salía. Las mayúsculas del título se me torcían y siempre cometía algún error en el número de teléfono que me obligaba a tachar (aún no estaba de moda el típex y suponía un esfuerzo inmerecido arrancar la hoja y tratar de hacer una nueva).

A mitad de curso el pupitre de mi hermana parecía el escaparate de una tienda de golosinas: Las ceras con las ceras, los bolígrafos en un lapicero; los rotuladores en el estuche de Sailor Moon…

El mío era un completo desastre: De lo que habíamos comprado me quedaban un bic negro que había perdido el «tapaculo»; un lápiz del 0.2 con restos de chicle que se pegaba a los dedos y una goma MILAN que llevaba dos cruces pintadas a ambas caras  y una punta de lápiz incrustada. Todo en el mismo estuche, compartiendo espacio con las birutas de sacar punta a los lápices de colores (en paradero desconocido) y con algunos envoltorios de chupa chups.

Los años no suavizaron este antagonismo. En el instituto mi hermana tenía libros y cuadernos pulcros y flamantes y los míos eran prueba escrita de todos mis flirteos adolescentes (que si Raquel y Fulanico; Raquel y Menganico…). Los corazones se superponían a letras de canciones de Green Day y Marilyn Manson y algunos eran atravesados por garabatos que representaban símbolos fálicos. 

Un poco después llegaron las gurús del maquillaje  y, con ellas,  la perdición para nuestras maltrechas economías. Cómo no caer rendida ante los packaging de Boby Brown o Benefit?? Esas cajitas de brillo labial; las paletas de sombras en tonos ocre… Todo muy bonito hasta una semana después de abierto. A partir de ese momento, no había forma de coger el rímel  sin que algún pegote negro acabara en mi camisa; cada envase o recipiente terminaba embadurnado por su propio contenido y por el de los tarros adyacentes, y hubiera podido pintarme los ojos con solo pasar el dedo por las esquinas del cajón donde desparramo las sombras. 

Pero mi hermana… Dios mío mi hermana!! Lo suyo parece un santuario al corrector y al colorete. Hasta los maquillajes fluidos están en sus cajas!! Todo cuidadosamente colocado en cestos de mimbre o de tela, como recién comprado. Clasificados por categorías y géneros; dispuestos por colores y tamaños…Es un deleite a los ojos; un disfrute sensorial como cuando, después de sortear montones de ropa en las quintas rebajas de Mango, emerge en el lado norte de la tienda la nueva temporada. Toda ordenada, combinada; irresistible. 

Por no hablar de sus agendas, horarios y planificaciones… Vergüenza me da sacar mi agenda promocional de Feas Farma delante de ella… Y no es que una peque de demasiado amor propio, es que… Vean,vean:

 
Adivinan quién es quién?

Mi hermana ha nacido para repartir «típs» por el mundo; para tomar «snacks» a media mañana frente a un ordenador con teclado fosforito y hacer tableros de inspiración  con fotos y recortes y colocarlos sobre el escritorio. 

Por lo que a mi respecta; me conformo con no olvidarme de recoger al leñador de la guarde… Por cierto; que me voy ya… Y además tengo que pasar a comprarle leche.