San Sebastián con niños

No se vayan a pensar que les voy a resolver el misterio de la Santísima Trinidad. No tengo secreto ni truco infalible. Lo único que puedo hacer es contar mi experiencia por si algún descerebrado se está planteando hacer un viaje de más de 7 horas en coche con niños pequeños, esperando que le pueda ser de mínima utilidad.

I.- El coche:

Sin duda la principal contraindicación para el destino elegido era la distancia para llegar en coche hasta San Sebastián.

Mi marido y yo, movidos por el romanticismo nostálgico, nos resistimos a recurrir a distracciones electrónicas, sobre todo teniendo en cuenta que en el coche, el hastío de los pequeños sólo nos va a molestar a nosotros; legítimos progenitores.

No me malentiendan, pues. Si tuviéramos que viajar en avión por esas horas, seguro que no me temblaría el pulso en descargarme las 380 temporadas de la patrulla canina. Cuando entra en juego la paz ajena, relajo mis principios.

No les voy a andar con paños calientes. Los viajes largos en coche con  niños pueden ser un horror.

Nosotros, en este caso particular, decidimos hacer un alto en el camino; una parada logística, o, si lo prefieren, una escala de emergencia para evitar el suicidio en carretera. Buscamos un hotel a las afueras de Madrid, aceptablemente bueno, no tan bonito pero bastante barato y, eso sí, con piscina.

Una piscina que al final resultó contener agua de los mares del Norte a 2º centígrados, pero que cumplió su función. A saber: Agotar a dos fieras después de 4 horas de encierro automovilístico.

De nuestra estancia en la capital, déjenme que les recomiende el lugar al que fuimos a cenar. Tapas buenas y originales, precio más que asequible y una bonita decoración. Se llama 80 Grados. Al que nosotros fuimos se encuentra en la zona de Las Tablas, aunque creo que tienen otro local en Malasaña.  Si van, no dejen de probar la mini hamburguesa y las croquetas de jamón.

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Pero volviendo a la espinosa cuestión del coche, me permito decirles cuáles son mis estrategias de contención:

  • Juguetes de casa: Sobre todo de ésos que incentivan el juego imaginativo. En el caso de mi hijo los coches de toda la vida, pequeños y metálicos, no tienen competencia. Si tiene dos o tres puede jugar durante lapsos temporales realmente largos. Manuela prefiere peluches o muñecos y el juego simbólico: Les da de comer, los cura, les hace de maestra…
  • Cuentos: Éste es el truco estrella. En los momentos en los que parecen estar a punto de perder el control, leerles un cuento puede ser una fórmula fantástica de entrar en un ambiente más relajado. También suelo llevar libros de colorear o con pegatinas, que aseguran un rato de entretenimiento pacífico.
  • Los clásicos: Mis preferidos. Viajar con niños no se inventó en el Siglo XXI. Antes también se hacía, y los niños jugábamos al Veo Veo, a las Palabras Encadenadas, a contar los coches de color «x» y a cantar canciones. Mis hijos se entretienen muchísimo con el Veo Veo. En este último viaje se inventaron otros juegos como esperar a que adelantáramos camiones y gritar olé, o contar los segundos que tardábamos en salir de los túneles.
  • Los chistes escatológicos: Sí. Hemos entrado en la etapa en la que lo más desternillante del mundo es que alguien se suba a un avión y haga caca desde allí, así que una ronda de chistes sobre culetes y pedos nos aseguran unas buenas risas.
  • Víveres: Esencial ir bien servido de comidas y bebidas.

Con esto y con todo, hay momentos en los que nada parece funcionar. Se desesperan, lloran, se enfadan… Y entonces sólo vale tener paciencia y asumirlo como algo totalmente normal.

ii.- El alojamiento:

Ésta es de las pocas cosas en la vida que tengo claras clarinete. Para viajar con niños estancias de más de un par de días, mejor casa/piso/apartamento que hotel.

No me imagino comiendo y cenando fuera con los niños durante 8 días. Una casa ofrece espacio para que puedan jugar con sus cosas, descansar, incluso gritar o revolver.

En este caso, cogimos un apartamento con Feel Free Rentals, y lo recomiendo verdaderamente. El apartamento estaba más que bien. Era espacioso, reformado, limpio y ordenado, y tenía una ubicación inmejorable.

iii.- La estancia:

De una forma resumida, éstos son los planes que nosotros decidimos (o nos vimos abocados a) hacer durante nuestra estancia:

  • Día 1: San Sebastián. Playa de la Concha. Peine de los Vientos. De pinchos y Parte Vieja:

Pasear por el Paseo de La Concha es un imprescindible. Nosotros lo hicimos hasta el Peine de Los Vientos. Allí los niños se divirtieron mucho jugando con el aire que salía de los agujeros en el suelo.

Para mí fue un todo un lujo contemplar la belleza que tiene esta ciudad oliendo a mar, y escuchando a mar.

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Era bastante escéptica a la opción de ir de pinchos con los niños.  La idea de moverse de bar en bar sin lugar para sentarse no me parecía que fuera a casar bien con dos pequeños hambrientos y cansados. Sin embargo, resultó todo lo contrario. La razón: Toda la zona de bares de la Parte Vieja por la que anduvimos es peatonal; los niños comían y corrían por alrededor sin que resultara peligrosa (a veces el principal inconveniente a la hora de salir a comer con ellos fuera de casa, es su baja capacidad para permanecer sentados durante largos ratos). Al estar de pie y en la calle podíamos estar atentos a ellos mientras disfrutábamos de la gastronomía donostiarra.

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Por la misma zona, descubrimos una chocolatería a la que no pudimos resistirnos:

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Por la tarde paseamos por el Barrio Antiguo, disfrutando de los preciosos edificios de la Belle Epoque que luce la ciudad. Les recomiendo tomar un café en la Plaza de la Constitución o la Plaza Gipuzcoa; acercarse a contemplar la Iglesia del Buen Pastor y la Basílica de Santa María o, simplemente, caminar junto al Río Urmea, atravesando alguno de sus puentes.

Tanto paseo con los niños se fue haciendo cada vez más complicado, así que, como corresponde, terminamos el día en un parque con toboganes gigantes, que nos aseguró la distensión.

  • Día 2: Museo de la Ciencia. Planetario y Zarautz.

Somos unos expertos en los Museos de la Ciencia. A poco que tenga cierto prestigio, nos entregamos del todo a su capacidad de asombrar e interesar a los pequeños y a los no tan pequeños (no se imaginan el entusiasmo que muestra el de los 70´con los espacios interactivos.)

En cualquier caso: Lo recomiendo encarecidamente. No es demasiado grande, pero me parece que está perfectamente organizado. La mayoría de las salas son enormemente interactivas; se respira paz y concentración.

Para mis hijos fue de gran interés la primera sala que podría llamar sobre física (con poleas, palancas; pesos, volúmenes, imanes) o Animalia. Y fue muy gracioso (especialmente para mí) verme el rostro dentro de 50 años en una pantalla gigante mientras mi hija exclamaba: Mamá, qué fea, o mi hijo me pedía entre gimoteos que no me pusiera así nunca… Ay, C´est la vie!

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Un auténtico hit fue el laberinto de espejos. Aunque les recomiendo que presten atención, o se llevarán más de un capón con sus propias narices..

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Si deciden visitarlo, no dejen de acudir a una sesión del Planetario en 3D. Divertidísimo y muy didáctico.

Por la tarde conducimos hasta Zarautz y, les digo, aunque no tiene mucho más que la playa, merece una visita. El atardecer allí era una delicia.

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  • Día 3. Hondarribia. San Sebastián.

El tercer día teníamos programado visitar Hondarribia y después acercarnos a Biarritz y San Juan de Luz. Pero como si quieres hacer reír a Dios, haz planes, finalmente visitamos Hondarribia, !y de chiripa!

El tercero fue el día en que la cosa se torció. Los niños estaban cansados, tardamos una hora y media en aparcar y la idea de esperar en un bar atestado para tomar unos pinchos no mejoró la situación. Finalmente, paseamos un poco por su bonita (y turística, muy turística) calle de casas de colores, comimos en un bar que no era ninguno de los que nos habían recomendado (pero que tenía un buen banco corrido donde los niños descansaron) y compramos un helado antes de volver a casa y pasar la tarde en el Parque de Cristina Enea, ya en San Sebastián. Un lugar, por cierto, más que recomendable para los pequeños y que consiguió cambiarnos el humor.

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  • Día 4: Kurssal. Monte Igueldo.

El cuarto día de nuestra estancia aprovechamos la mañana para visitar algunas tiendas, volvimos a la calle 31 de Agosto para comer y después paseamos hasta el Puerto. Allí cogimos un autobús que nos llevó a Monte Igueldo.

Una de las cosas que más ilusión hace a mis hijos cuando viajamos es probar distintos medios de transporte, así que montar en autobús, funicular (para subir a Monte Igueldo) y hacer el mini mini mini paseo en barquito que se puede hacer arriba por 20 eurazos, les hizo el día.

Desde luego las vistas de la ciudad desde allí bien merecieron la pateada.

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El parque de atracciones me reconcilió con el ocio infantil. Vintage. Sin temáticas ni merchandising. Cochecitos mondos y pelondos. Tío vivo, colchonetas, montaña rusa…

 

  • Día 5. Paseo en bici por la ciudad y Acuario.

El último de nuestros días completos en la ciudad, alquilamos bicicletas. Muy recomendable, ya que toda la ciudad dispone de carriles bici. Estuvimos casi dos horas de pedaleo.

 

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Raúl, en su propia bici, aguantó como un campeón.

Por la tarde, visitamos el Acuario de San Sebastián, con el que tengo la misma sensación que en el Museo de la Ciencia. Más bien pequeñito, pero perfectamente organizado y cuidadosamente expuesto.

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A la vuelta, como a la ida, volvimos a tomar aire en Madrid.

Y hasta aquí nuestra experiencia en la ciudad vasca. Reconozco que me resultó más bonita, incluso, de lo que la imaginaba y, por cierto, a todos nos cautivó su ambiente. Tiene una combinación de tradición y vanguardia que me parece asombrosamente equilibrada.

 

 

 

UNO DE LOS NUESTROS

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Ni el desquiciante Tubullar Bells de Mike Olfield poniendo música a las espantosas contorsiones de la pequeña Regan; ni el conejo blanco en el Resplandor. Ni tan siquiera «El que camina detrás de la fila» de los Chicos del Maíz. Nada.

Nada es capaz de encogerme el corazón con semejante prestreza; nada sobre la faz de la tierra es más espeluznante que la ausencia de previsión, organización o plan en una casa con dos hijos post-bebes pero pre-infantes, y, como aquél que dice, dos negocios propios.

No hay márgenes. Es una cuestión de supervivencia.

Recuerdo una noche, cerrada, en la que nos recogíamos con la prole a los pertinentes rituales nocturnos de duchas, cenas, cuentos, más cuentos, historias y canciones, cuando nos cruzamos con el andar despreocupado y ligero de uno de nuestros amigos de la especie «solterum sin hijus».

Por sus fachas los conocerás.

Esta especie mantiene la tersura de la piel. Los ejemplares de Solterum no presentan las características hendiduras que lucen bajo nuestros ojos, en tonalidades que van del verde al negro, pasando por el violeta. Esta especie muestra, con carácter general, el rictus relajado y la sonrisa cuasi imborrable.

Están al día en materia de cine, música y locales de moda. Tienen el spotify cargado de Playlists, se permiten el lujo de quedarse absortos y de despistarse, trasnochan  por costumbre y se beben los gyn tonics sin remordimiento (sus resacas son otras, no nos engañemos… A ver quién sería el guapo si no…).

Recuerdo, con incómodo asombro como soltó, como el que da los buenos días, que estaba hablando con ciertos congéneres (de los de su especie) y que aún no sabía, a las 10.30 pm, si iban a irse al pueblo vecino a las fiestas patronales, a la playa o a Las Vegas. Parecía que no hubiera espacio para horarios, inconvenientes ni compromisos en esa conversación vía What´s app, que seguro que estaba cargada de gifts y chistes verdes. Podría haberse acordado visitar el Taj Majal, y el rictus «del Matute» no se hubiera movido…Un ápice. Qué escándalo!!

Nosotros no salimos sin un plan. Un plan con sus  variaciones. Plan b, c, d… Y cuando la operación reviste FES (fases especialmente sensibles) porque, por ejemplo, implica lugares especialmente peligrosos en términos de integridad física, o nocturnidad, y el abecedario castellano, «ñ» mediante, se nos queda corto, recurrimos al griego; del alfa a la omega: Por si se duermen en el coche, por si no se duermen, por si no se comen la comida, por si comen demasiado, por si hace frío, por si no lo hace; por si se despeñan por cualquier escalera; por si se hacen las 20.07…

A veces me las he dado de despreocupada pero, para ser franca, no me muevo con soltura en el desgobierno. Prefiero organizarme, aunque sea en líneas generales, ir sincopada y evitar la catástrofe: Si no han dormido siesta, son las 20:00 de la tarde del Domingo y el Lunes hay trabajo, cole y guarde, sencillamente NO podemos hacer un road trip hasta un precioso paraje natural 80 Km ha.  Llámenme estricta o estresada, pero si mis hijos se duermen en el coche a las 20.00 de la tarde (que lo harán) no podré volver a mentarles a Morfeo hasta pasadas las 3.00 AM y… Como que no, que al día siguiente, tampoco hay siesta…

Para los Solterum, esto es pan comido.

Eso sí, ellos tampoco experimentan la indescriptible sensación de expansión cardíaca y la profusa irrigación coronaria, cuando los cachorros te llaman mamá…

 

Los hijos o cómo poner a prueba tu matrimonio.

Querida pareja de enamorados, recién casados o no casados, que soñáis con el momento en el que tengáis que darle un nuevo uso a la habitación de la plancha:

No os equivoquéis.

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Tener hijos no es sólo que papá los cargue a hombros mientras mamá los mira y se enarmora y reenamora. Tener hijos trasciende las lágrimas de emoción en el paritorio. Va mucho más allá. Tener hijos no es dar paseos los Domingos por la mañana, ni tener fotos familiares en el hueco de la escalera.

Nos recuerdo ahora con el retoño envuelto en la toquilla de punto y lazos, maquillada  por aquéllo de empezar el postparto sintiéndote mona, y el de los 70´con los ojos ojerosos y de un lado a otro con los papeles para la inscripción en el Registro, pero con aquella sonrisa imborrable y bobalicona, y pienso:! Qué infelices!!

Tres días en casa son ya suficientes para comprobar, aterrados, que el sueño se ha transformado en pesadilla.

Quién lo probó lo sabe.

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De repente NO PUEDES DORMIR. NUNCA.

Te encuentras con los pezones agrietados (con grietas por las que sale sangre y se convierten en costra); con los puntos de la episiotomía infectados, con un bebé llorón a todas horas clavando las encías en esos pezones agrietados, y completamente exhausta.

Y tu marido también: Agotado, perdido y confuso; posiblemente más que tú porque él no se ha pasado nueve meses leyendo el foro «enfemenino» ni los 500 blogs de maternidad que tú tienes entre los favoritos. Él no sabía «qué se espera cuándo se está esperando» ni le ha quedado claro que dar el pecho es «Un regalo para toda la vida». Así que él, aún más que tú, no entiende nada.

Durante estos primeros meses, los cambios y la vida se tornan tan brutales, bestiales que no reflexionas; no piensas ni añoras. Te centras en sobrevivir. En salir adelante. Sufres una regresión a tu ser primitivo y te contentas con comer o sentarte en el sofá el rato en que viene tu madre y te coge al bebé.

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El tiempo va pasando y el cansancio, la inseguridad y la presión se van expandiendo como una plaga en las neuronas de tu cerebro.

Él vuelve al trabajo y cuando llega por la noche se encuentra en el salón a una persona inescrutable. Con los ojos hinchados  y con la vacuidad que deja la derrota. En la cocina los platos sin fregar; la bañera llena y las toallas en el suelo; las ropas en las sillas y la lavadora sin poner.

Son casi las once de la noche y, mientras ella espera de él compasión porque no ha podido ducharse en tres días y se siente absolutamente odiosa, él se muere de hambre porque desde las 14.00 horas en que pudo racanear del plato un filete de pechuga mientras sujetaba al bebé, no ha comido nada.

Ceda quién ceda, habrá un herido.

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En esta tesitura no es nada difícil que la relación de pareja quede enquistada en el reproche: «No te imaginas el día que he llevado en el trabajo»; «Yo no me he podido sentar ni cinco minutos..»

Y vuestro buen hacer empieza medirse por las veces en que cada uno se despierta por la noche.

Cuando decidís destapar la caja de pandora, comprobáis compungidos que no sois los mismos. Y cuesta aceptarlo.

No; no somos los mismos. Probablemente nos reímos menos; somos menos despreocupados; incluso menos ágiles desde el punto de vista del ingenio. Menos cariñosos, seguro. Menos sexys, por descontado. Menos pasionales y menos modernos.

¿Cómo vamos a serlo? La vida se ha precipitado por el embudo de la responsabilidad de los niños y el trabajo. Toda tu energía, tu tiempo y, lo que es sin duda más importante, tu capacidad de concentración, está dedicada a sus necesidades; las del trabajo y las de la casa. Pagar las facturas; qué van a comer; qué se van a poner; ¿tenemos ropa limpia?; hace falta comprar fruta; hay que hacer algo con esos celos…

En algún lugar que hemos dado en llamar «más adelante» se aglutinan las conversaciones inacabadas; interrumpidas por un llanto; un conflicto o la dictadura del reloj.

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Y con la seriedad de la carrera, cómo no contemplar la posibilidad de abandonar, o de lesionarse.

Y sin embargo, por paradójico que parezca, yo creo que el reto es revelador. Transformador. Una dimensión paralela que me resultaba ajena, oculta, antes de que llegara El Leñador.

Esa nueva dimensión también se proyecta sobre la relación de pareja. Hay una complicidad; un secreto; una vivencia límite y salvaje que sólo vosotros dos conocéis. A veces hay un miedo cruel; otras un júbilo indescriptible; a veces extenuación y otras gratitud; pero en cualquier caso, sólo a los dos se os revelan de modo tan similar.

Como en todo, se avanza combatiendo; pero no contra el otro, sino junto a él. Y cuando se dispara el fuego amigo, la paciencia, la comprensión y el perdón, refuerzan las tropas.

El humor es el arma estrella: Capaz de derrotar hasta el más temido de los adversarios. Si aquél día en que te levantas por la mañana y no hay ni un solo calzoncillo para ponerle a tu hijo, en vez de montar en cólera con tu pareja porque se ha olvidado de poner la lavadora, simplemente os miráis y os echáis a reir, porque sólo vosotros dos sabéis que con la semana de trabajo, ocupaciones y obstáculos que habéis tenido que superar, es una proeza que sólo os hayáis olvidado de la lavadora, entonces la recriminación y la distancia, quedan reducidas a escombro.

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Y, por supuesto, querida pareja que os representáis vestidos en peto vaquero eligiendo el papel de la habitación, dejad de mirar películas de Hollywood*. Eso no os va a hacer ningún bien. La realidad es otra distinta… Mucho peor y mucho mejor. Mucho más real.

* Yo, que soy una devota del 7º arte, tengo por ahí algunos títulos que me parecen muy altamente recomendables y que tratan precisamente, el tema de las relaciones de pareja, pero de un modo real.  Me propongo irlos recopilando y escribir un post.

PADRES DIVORCIADOS: ¿A qué cole llevamos a los niños? ¿Hará la Comunión? ¿Pueden ir al psicólogo?

A menudo y, desgraciadamente, cuando se atraviesa la tortuosa senda del divorcio o la separación, los padres se muestran aún más incapaces de alcanzar acuerdos que nuestros políticos.

A menudo, también, y muy desgraciadamente, las diferencias personales y el acervo emocional «gestado» durante la crisis de pareja, se imponen al objetivo del bienestar de los menores, y cada pequeño paso en la vida familiar se torna conflictivo, cada decisión desencadena una lucha cuerpo a cuerpo, y, por ende, la dinámica familiar se convierte en una tortura angustiosa.

Nada nuevo: Acuérdense de las icónicas cintas «La guerra de los Rose» o «Kramer contra Kramer».

Observo, en mi vida profesional, que muchos padres divorciados y separados albergan constantes dudas sobre quién y cómo deben adoptarse las decisiones acerca de los hijos cuando los progenitores se encuentran separados o divorciados y, asimismo, sobre con qué mecanismos cuentan cuando no están de acuerdo con alguna decisión adoptada por el otro progenitor.

Éste es el tema sobre el que he escrito en el blog de nuestro despacho profesional. Me pareció que también es un tema interesante para aquéllos de Ustedes que acostumbran a dar una vuelta por aquí, pues, como bien se desprende del título que me busqué, es una cuestión «entre togas y chupetes»…

Por ello les dejo a continuación el enlace del blog por si les interesa echar un vistazo:

 

http://as-abogados.com/blog/

Muchas gracias y feliz Jueves!

El mundo es de los que se reponen

Hace exactamente un mes y medio esta entrada se hubiese titulado «El mundo es de los valientes». Llevaba semanas pensándola, construyéndola en mi mente sobre la base de dos o tres circunstancias que confluían en ese momento en mi entonces  presente. Bueno, en el nuestro. En el de nuestra familia y nuestra casa.

Básicamente me había embriagado del sueño americano; había hecho mía la filosofía de «En busca de la felicidad» y me creía Will Smith correteando por el barrio financiero de Nueva York, pero en las calles del pueblo.

Teníamos un par de proyectos. Un par de proyectos buenos. De esos que te hacen soñar, que te llenan de ilusión y te colocan la imaginación en lugares lejanos pero que acaricias con los dedos a base de de compartir cervezas evocándolos.

Hubiera sido una entrada de mucho «lucha por lo que quieres, si lo quieres de verdad lo conseguirás, sólo tienes que proponértelo, no renuncies, no te rindas…» En definitiva, hubiera sido una entrada cargadita de pamplinas. Porque la verdad, todo esto son pamplinas.

Nunca me he tragado el bulo que nos vendía operación triunfo. Yo también me preguntaba, como Bardem en la entrañable «Los Lunes al sol», por qué el cuento no explica que unos nacen irremediablemente cigarras y otros hormigas, pero a ver, uno empieza con el jarro de leche en la cabeza, y se viene muy arriba… Qué le vamos a hacer?

Tan poco costó construir esas ilusiones, como que se derramara el jarro de leche.

No se vayan a pensar Ustedes de todas formas, que esta es una reflexión que nace de la derrota y el sin sabor… Ni que los sueños de los que les hablo eran proyectos integrales de vida… No hace falta todo eso para que uno saque pragmáticas conclusiones.

En realidad los proyectos que revoloteaban por nuestro techo, dando aire a la casa y alas a la cabeza, eran planes sencillos de los de familias medias normales que tienen que ver con el trabajo, la vivienda, la vida familiar o la operación bikini… (incluso eso); y tampoco es que les esté hablando desde la gruta solitaria del fracaso… Ni mucho menos.

En realidad les hablo desde una paz más reconfortante, incluso, que el alboroto de la ensoñación… Y les hablo desde allí para contarles que creo sinceramente que a veces las cosas salen y otras veces no; que muchas veces objetivos que han ocupado tu tiempo y tu esfuerzo se quedan sin alcanzar; que a veces los proyectos se realizan pero de forma distinta o en tiempos distintos… Y que c´est la Vie!  y no pasa nada, porque los que de verdad se comen el mundo, son los que se vuelven a casa y abren unas cervezas. Ésos que saben tratar con la vida porque son conscientes de que tiene las de ganar….

Los que se reponen y vuelven a soñar y quizás vuelven a fracasar, y otra vez triunfan. De esto mi padre sabía bastante.

Les dejo con unas fotos de un reciente viaje que hemos hecho a Barcelona con mi hermana y su pareja, y que, sinceramente, ha sido un Oasis. Mucha diversión, mucho entusiasmo por ver a los peques sorprendiéndose y mucho más lejos de la operación bikini, porque nos hemos puesto como el tato… A que sí, hermana??

Mis hijos se han portado genial; Barcelona tiene poder; y, además, el hecho de que el viaje tuviera, en parte, cometidos profesionales, no ha supuesto problema. Antes bien al contrario.

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PD.- Tengo como 6 ó 7 post a medio escribir sobre cuestiones varias… En concreto alguno trata desde el punto de vista jurídico las rupturas matrimoniales y la posición de los menores (esto es bastante serio y escabroso, la verdad); otros tienen más que ver con maternidad o hijos; como por ejemplo cómo me las apaño cuando salimos de viaje, qué echamos en la maleta para reducir la carga; cómo organizamos las comidas… Algunos tienen que ver con conciliación e igualdad, para variar y por ahí empecé a escribir otros sobre infancia; en el sentido de los juegos, cuentos, o utensilios que más gustan a mis hijos… La verdad es que últimamente ando bastante escasa de tiempo para sentarme a escribir así que por aquí les invito a que me manifiesten sus preferencias…. Muchas gracias

SESIÓN EN FAMILIA

Hace algo así como dos meses, tuvimos la suerte de disfrutar de una sesión fotográfica en familia.

El trabajo lo hizo Luis Zarco, que es ya un viejo amigo, y el encargado de inmortalizar, a través de su firma, los momentos de nuestra boda que ya compartí en este post.

La verdad es que nos gusta mucho su trabajo. Posiblemente porque le definen dos características que considero esenciales en cualquier profesional:

Pasión e inquietud. La pasión hace que disfrutes con tu trabajo y eso se traduce en los resultados, porque no sólo pones tu técnica, sino que pones tu alma y,  a su servicio, la técnica.

Por otro lado la inquietud, porque te mantiene despierto, hace que no te amodorres y te conformes con hacer lo que ya está hecho, sino que te empuja a buscar, a indagar, a experimentar, a crear… Y eso es lo que marca la diferencia.

Además de todo esto, Luis es un tío genial, así que, para los que no andamos acostumbrados a los flashes, supone un punto.

Al final para nosotros fue un rato más en familia, de los que se dan en casa en tantas ocasiones, y eso era precisamente lo que queríamos que fuera.

Ya se habrán dado cuenta de que me gusta inmortalizar momentos de nuestras vidas en imágenes. Para mí guardar fotos, sea cual fuere su formato, es cuidar los recuerdos; crearles un espacio donde perdurarán y se mantendrán vivos. Pienso que cuando mis hijos sean mayores, disfrutarán viendo estas fotografías como disfruto yo viendo los viejos álbumes o cajas de zapatos que se ocultan tras montañas de polvo en el trastero de casa de mi madre.

Creo que es un estupendo regalo para la familia. Una imagen nos despierta tantas cosas… Y si son bonitas, si son capaces de captar también lo que no se ve; entonces son un tesoro.

Para nosotros las que hizo Luis lo son. Gracias por el trabajo.

Un poco al hilo, con respecto a la idea de compartir fotos de mis hijos en redes sociales, no lo hago a la ligera. La intimidad de mis hijos es un tema que me preocupa como a cualquier padre.

Trato, al compartir imágenes, de hacerlo guardando ciertas normas de seguridad . Por otra parte, selecciono aquéllas imágenes que entiendo que no lesionan en modo alguno su dignidad. Básicamente me imagino a mis hijos viendo estas fotos cuando sean mayores.

Creo que es un tema muy personal en el que cada uno decide lo que cree más conveniente.. Desde mi punto de vista me resulta menos violento compartir algunas imágenes de mis hijos en este blog, que exponerlos de otras formas a la vida pública… En definitiva, creo que la decisión es de cada familia.

Les dejo una muestra de esas preciosas fotografías!

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Si les ha gustado, les adelanto que la sesión tiene una segunda parte en exteriores!! 

Y ¿Quién es ella? ¿En qué lugar se enamoró de tí? La llegada de un hermano.

Mmmm. Parece que ya es de día. Sí, efectivamente veo luz por los agujeritos de la persiana. Sin embargo mi habitación sigue en penumbra.

¿Dónde estará mi chupete? ¿Y mamá? No me gusta despertar solo y que todo esté en penumbra. Quiero ver a mamá.

Voy a llamarla. 

Mamá, Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, Mamáaaaaaaaaaaaaaa.

No viene. Quizás aún no me ha oído. Voy a llamarla un poco más fuerte. Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!

Por la puerta aparece alguien. No es mamá. Es papá. Yo quiero ver a mamá. Me gusta que mamá me abrace por la mañana cuando me despierto, y que me pregunte cómo he dormido.

Quiero ver a mamá.

Cielo, mamá está dando de comer a la hermanita. En cuanto termine, viene.

Pero yo quiero ver a mamá. Quiero verla ya. Quiero abrazar a mamá ahora. 

Antes mamá siempre venía cuando la llamaba. Antes siempre estaba cuando quería abrazarla.

Antes de que llegara la hermana, mamá siempre tenía tiempo para hacer desfiles tocando el tambor, para jugar a las carreras de coches, o servir de trampolín para que yo me resbalara por sus piernas…

Y ahora, lo echo de menos. La echo de menos. 

Podría ser un día cualquiera en las vidas de muchos padres.

Me he pensado mucho escribir sobre esta realidad. Cada vez que escribo en relación con algún tema que afecta directamente a mis hijos, me pregunto cómo se sentirían ellos si pudieran leerlo. Quiero ser todo lo delicada y todo lo respetuosa que se merecen sus sentimientos.

Enfocar la llegada de un hermano al entorno familiar es difícil y espinoso. En ocasiones, genera algunas situaciones que resultan arduas de manejar para los padres. Si a esto le unes que el mayor está en la «fascinante» y arrolladora etapa de los dos años, tenemos un cocktail bien cargadito.

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No negaré que en algunos momentos me he sentido superada, casi paralizada en situaciones así. Y en muchas de esas situaciones hubiera escrito sobre este asunto ofuscada, en un post que hubiera resultado muy distinto al que hoy Ustedes van a leer. Por suerte me he contenido y no lo he escrito.

Y escribo ahora, sentada en relativa paz, lejos de los niños; de los dos, y analizo la situación tratando de darle cordura.

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Y averiguo la realidad latente; que ha estado ahí desde el principio, tan clara, tan obvia, tan lógica… Y que, sin embargo, tantas veces se ha ocultado a mis ojos.

EMPATÍA.

EMPATÍA es el único truco o consejo que puedo dar a las madres y padres que estén pasando por esta situación. Por la llegada de un hermano menor.

EMPATÍA hacia los niños.

Parece un perogrullo, no? Pues no lo es. En absoluto. Deténganse un momento a hacer balance y apuesto a que pueden contar un buen puñado de situaciones en que, evidentemente de forma inconsciente, los padres tendemos a no hacernos cargo de los sentimientos de nuestros hijos; de los niños en general.

Sucede que bajo el nombre de rabietas, a veces lo que hacemos es minusvalorar las emociones de los niños; relativizarlas, restarles importancia. Consideramos que son cosas de niños, que no hay que hacerle demasiado caso.

Si nuestro amigo del alma nos llama a media noche llorando, diciéndonos que se siente muy mal, lo último que se nos ocurriría sería espetarle que deje de llorar y tampoco nos enfadaríamos ni pensaríamos que es una persona MALA.

No se sorprendan; no es ridículo lo que digo. Se han dado cuenta de que la sociedad habla de «niños malos» cuando demuestran especial sensibilidad (lloran) o tienen dificultades para dormir o comer, y que son «niños buenos» aquéllos que duermen mucho, comen bien y lloran poco??

Trasladen este criterio al mundo de los adultos. Seguramente nos parecerá que un adulto que llora con facilidad (AKA una servidora) es un ser sensible, y que una persona que no duerme mucho es vital o simplemente tiene insomnio… Con lo de la comida, tres cuartos de lo mismo.

Entonces, cómo medimos si un niño es malo o bueno?? Pues, sencillamente, en consideración a cuánta atención nuestra requieren. Si requieren mucha, son malos; si requieren poca, son muy buenos.

Así expuesto, estarán de acuerdo conmigo en que nos estamos equivocando. Que estas cuestiones no son lo que define a un niño, a un ser humano, como bueno  o malo.

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Bien, pues todo esto quería exponerlo como muestra de que, efectivamente, nos resistimos a ser PLENAMENTE EMPÁTICOS con nuestros hijos. A veces pienso que nos da un poco de miedo. Como si poner en valor sus sentimientos y darles relevancia supusiera una claudicación. Como si nos restara imperio, autoridad; como si los estuviéramos mimando… Y eso no es más que la consecuencia de una educación en la que se nos ha convencido de que a los niños hay que tratarlos con severidad… Mano dura… Y si más lloran, menos mean.

Lo primero que me aconseja aplicar la empatía en las situaciones a las que me estoy refiriendo es NO TRATAR DE APLACAR EL SENTIMIENTO del hijo mayor. No escandalizarse de que de repente quiera que soltemos al hermano menor y lo dejemos solo en la cuna, o que no lo vistamos, o que no lo alimentemos. En realidad lo que nuestro hijo quiere es estar con nosotros y eso implica que no estemos con el otro/a.

Tampoco tratar de evadirlo del mismo recurriendo a, como yo los llamo, opiáceos… Soluciones inmediatas que pueden calmar o conformar a nuestro hijo/a pero que dejan el problema intacto, aunque atrapado en algún lugar más profundo en el que fermentará y del que volverá más tarde, con un sabor aún más amargo.

Lo de las distracciones; al menos en mi caso, creo que puede ser una solución en situaciones de emergencia. Por supuesto.

Tampoco se trata de que seamos utópicos. No podemos pensar que, en todo momento, tenemos el tiempo y las circunstancias para tratar de mantener una conversación con nuestro hijo y encauzar su frustración de una forma positiva. A veces, simplemente no se puede. Esto es una realidad. Y, créanme, la TABLET , el móvil, los dibujos, el caramelo y otras muchas cosas pueden ser un recurso para estas situaciones.

Desde luego que en mi casa lo son. Y no pasa nada.

Simplemente, desde mi punto de vista, es conveniente, siempre que se pueda, tratar de encarar el problema junto al niño.

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Lo de no tenerle miedo a los sentimientos de nuestros hijos fue algo que me descubrió Marisa en una breve conversación que mantuvimos no hace mucho, y debo decir que me abrió los ojos.

Me di cuenta de que, en algún sentido, a veces estaba pretendiendo que mi hijo mayor fuera simplemente perfecto. Que no albergara ningún sentimiento negativo… Pero la realidad es que nadie lo es.

Todos los adultos, sin excepción, a veces nos enfadamos, a veces nos frustramos, a veces nos entristecemos, a veces (yo muchas) queremos cruzarle la cara a alguien, o coger las maletas e irnos lejos… ¿Por qué les negamos a los niños que puedan sentirse así?

Una vez superada esta fase. ACEPTANDO que tu hijo está triste por la mera existencia de su hermano/a (lo que no significa que no lo quiera); podemos ayudarle a verbalizarlo. Ponerlo en palabras ayuda, también ponerlo en garabatos sobre un papel, o en gestos faciales…

Después podemos hacerle ver que lo entendemos. Si en ese momento nos es posible darle un abrazo a nuestro hijo, éso puede ayudar a que realmente sienta que no lo juzgamos. Que lo queremos, incluso cuando tiene esas actitudes, aunque podamos decirle que no está bien lanzar juguetes contra los muebles o pintar la mesa del salón. Pese a todo, los queremos.

Seguidamente podemos decirle cómo lo vemos nosotros.

Un simple «Se´que para tí es un rollo que justo ahora, que estábamos tan a gusto jugando juntos a El Tío de la Pita, tenga que ponerme a darle de mamar a Manuela. A mi también me gustaría seguir desfilando contigo».

En mi caso, también funciona generarle nuevas ilusiones, como por ejemplo, diciéndole «En cuanto termine de mamar tu hermana, la acostaré y entonces yo puedo hacer de Tomir y tu de Tamboril» o, más a largo plazo: «Cuando la hermana sea mayor, ella podrá hacer de reina mora e ir detrás de nosotros.»

Como digo, ser sensible a los sentimientos de nuestros hijos no implica hacer dejación de nuestra obligación de decirles lo que está bien o mal. Si, como consecuencia de la frustración mi hijo ha tirado la comida al suelo o ha lanzado un jarrón y lo ha roto, le diré que eso está mal y que tiene que recogerlo; una vez esté más tranquilo, tendrá que recogerlo, con mi ayuda si es preciso, pero deberá recogerlo… Mientras no lo recoja, no podremos ponernos a jugar de nuevo.

Una de las cosas que más me importa en este mundo, es que mis hijos desarrollen entre ellos un vínculo de amor.

Por ahora, la forma en que yo trato de fomentar eso es demostrándoles cuánto los quiero siempre que puedo. Les aseguro que funciona.

A mi hijo le encanta cuando los abrazo a los dos a la vez y les digo: Ay mis dos hijos, mis dos tesoros, lo que más quiero en el mundo!! Tanto es así que, él mismo, muchas veces aprovecha cuando tengo en brazos a su hermana para acercarse a mi y decirme: Mamá, tus dos hijos juntos...  Y, como sabe que aprovecho la más mínima ocasión en que están juntos para inmortalizar el momento, añade: No nos echas una foto? O corre a darle un beso a Manuela y exclama: Mira, mamá, cómo se ríe conmigo!!

Evito compararlos. Claro que son diferentes; pero diferentes nunca implica mejor ni peor.

Trato de mostrarles mutuamente cómo y cuánto les quiere su hermano/a. Acostumbro a decirle a Raúl que su hermana se lo pasa pipa con él porque hace muchas cosas graciosas y divertidas y, aprovecho cualquier ocasión para que Manuela mire a su hermano… No le hace falta mucho, es oír su voz y le entra el riso…

Tanto el de los 70´como yo intentamos con nuestro comportamiento crear en nuestros hijos el concepto de reglas de casa o, como yo prefiero llamarlo, POLÍTICAS DE EMPRESA o decálogo de buenas prácticas…

Por ejemplo es política de empresa dar las buenas noches; pedir las cosas por favor, decir gracias, dar besos; no pegar ni gritar al otro… Y esas políticas se aplican para todos y cada uno de los miembros de la familia. Espero que, de este modo, también mis hijos puedan desarrollar  las relaciones entre ellos sobre estas premisas.

Por último, ya saben lo ávidos que son los niños para asumir responsabilidades. Les satisface ser responsables de las cosas, así que trato de implicar a Raúl en el cuidado y aprendizaje de su hermana. Él se siente feliz de saber que podrá enseñarle a hacer filas de coches… y, de momento, insiste cada día en que Manuela coja alguno de sus coches. Me pregunta: Mamá, le dejo un coche a Manuela…? Y le contesto: Lo que tu quieras. Y entonces se dirige hacia ella y trata de que ésta lo agarre con la mano; como no lo hace, pese a su insistencia, lo deja sobre su cuerpo y dice: Mamá se lo dejo en la barriga..

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Además de todo esto, que para mí es lo fundamental, hay pequeñas prácticas que pueden ayudar con esta etapa. Una de ellas es organizar los calendarios de manera que logremos sacar tiempo para  hacer muchos planes en familia (todos juntos) y algún que otro plan de papá y mamá con cada uno de los hijos. No hace falta que sean planes muy excepcionales.

Mi hijo disfruta mucho salir una tarde sólo con mamá al parque y tomar un helado o ir con papá sólo en la bici…

Con todo, él disfruta mucho más los planes de todos juntos; y es que, en realidad,  con un hermano todo es MÁS DIVERTIDO. Ellos también lo saben… Sólo tienen que llegar a comprenderlo, y eso, lleva tiempo…

PD.1- Las fotos son de la Comunión de Ana, la hija de mis primos, Ginés y Ana. Gracias a los dos, fue un día muy bonito junto a la familia de mi querido padre.

PD2.- El vestido es de Zara y me pareció una opción muy buena para poder dar el pecho. Al ser camisero me lo podía desabrochar con mucha facilidad. Los zapatos son de Zendra.

PD3.- El peinado es obra de Toñi López. La verdad es que me encantó el resultado..

LAS VENTAJAS DE CASARSE CON UN MÚSICO

Hace unos días me preguntaba el de los 70´si me había parado a pensar en qué balance hago de las consecuencias que implica que él sea músico.

Se refería, básicamente, a que su trabajo le obliga a ausentarse en muchas ocasiones en días  y horarios no laborales para gran parte de los mortales.

Ya saben lo mucho que me quejo de esa incompatibilidad de horarios que sufre mi familia, pero lo cierto es que estar casada con un artista también encierra sus ventajas. Una de ellas es que muchas veces tiene que viajar por razones de trabajo, y si Júpiter se alinea con Saturno, toda la familia podemos acompañarle.

Eso pasó hace unas semanas. El de los 70´participaba con la Orquesta Sinfónica de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM) en un concierto junto a Estrella Morente en que representaban El Amor Brujo de Manuel de Falla. Como era fin de semana  y además, coincidía con días festivos en Caravaca, decidimos que hacíamos las maletas y nos íbamos todos. Pero todos, todos, porque mi cuñado y mi hermana se apuntan a un bombardeo (y nosotros encantados) y a mi madre la cuasi obligamos y sorprendimos. No se me ocurría mejor regalo para el día de la madre que invitarla a pasar esos días con nosotros.

El tiempo acompañó y disfrutamos de un fin de semana súper divertido y relajante.

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Esto de los viajes en familia ha sido un descubrimiento para mí.

Viajar con niños es una oportunidad fascinante para educarlos.

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Educar me parece hoy en día, el proyecto o empresa más complicado al que me he enfrentado en la vida. Es muy difícil. Es un trabajo constante que ocupa todos los minutos del día, todos los días de la semana, todas las semanas del mes y todos los meses del año. Es un trabajo delicado en el que se avanza y se retrocede continuamente; en el que tienes que reinventarte; olvidar lo que habías aprendido; adaptarte una y mil veces; ser exigente con tus objetivos, relajada con tus exigencias y condescendiente con tus errores…

Cada situación cotidiana, por nimia que sea es una fuente de educación, para bien y para mal.

En todo este embrollo, viajar con los niños me parece una herramienta muy útil y sana para trabajar en la educación que queremos para nuestros hijos. Viajando los niños conocen el mundo y sus gentes: Empezando con el hecho de que carguen con sus propias maletas, se hagan responsables de lo suyo, esperen en la recepción de un hotel, pidan los servicios por favor, esperen su turno en el baño, vean cómo de contenta se pone su madre ante un plato de arroz de marisco; jueguen con la arena de la playa, descubran que juntos se pueden hacer muchas cosas, se lancen a preguntar por todo; cojan un autobús, un taxi, un tren; visiten un museo que le gusta a papá.

Viajando los niños tienen la oportunidad de disfrutar de la naturaleza y aprender a cuidarla; de considerar hábitos distintos y aprender a ser críticos y respetuosos.

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Creo que viajando la familia se conoce en su individualidad. Mi hijo puede ver que a mamá le gusta el mar y que la relaja; o que a papá le encanta recorrer la ciudad en bicicleta.

Creo que viajando con los hijos, éstos perciben cuánto se les quiere; porque les enseñas, porque te congratulas de su diversión.

Creo que viajar en familia ayuda a fortalecer los lazos..

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Supongo que todo esto también se puede aprender sin viajar, pero viajando se hace menos duro y más divertido. Creo que regalar a los niños experiencias es muy positivo para desarrollar su curiosidad.

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Desde luego que viajar con niños tiene sus inconvenientes y que viajar resulta caro, pero imagino que se trata de analizar ventajas e inconvenientes y establecer prioridades.

En nuestro caso, para enfrentar lo primero las sabias palabras del de los 70´que ya han resonado por aquí alguna vez: Puede que sea devastador para el cuerpo pero es regenerador para la cabeza; y para lo segundo: Quizás no podamos cambiar el coche y sigamos teniendo que tirar de transporte público en los viajes; quizás tenga que pasar con el par de pantalones que tengo o renunciar a comprar una lavadora nueva..

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(Aciertan dónde está el de los 70´?)

En cualquier caso, no se trata de hacer un viaje de 80 días alrededor del mundo… Creo que es suficiente con una escapadita de vez en cuando; y cuando el presupuesto y las circunstancias lo permitan, planear algo mayor!

ESPÉRAME

Espera, cariño, a que se me pase la frustración que me tiene en jaque desde ayer porque lo tengo todo a medias. Y cuando se me pase la frustración y me sienta más relajada, espera a que resuelva las cuestiones urgentes del trabajo.

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Espera a que termine de cambiar el pañal de Raúl (ya sabes lo que cuesta mantenerlo quieto durante 5 segundos) y te pregunto qué tal se presenta hoy la tarde en el trabajo… Aunque lo mismo cuando termine, empieza a pedirme brazos para ir a dormir y tienes que encargarte de acunar a Manuela, mientras me meto en la cama con él.

Para el pecho, espera tu turno; que después de que Manuela mame, tiene que manosearlo tu hijo, y ya, después, Manuela quiere mamar otra vez.

Espera a que ponga lavadoras, que no nos quedan bodies limpios, y puedo contarte lo que se me ha ocurrido que podemos hacer en el baño para ganar espacio.

Espera a que se duerma la niña y puedo preguntarte qué te parece la próxima gira europea de Pearl Jam. Espera que se duerma y soñamos con la idea de que podemos ir a alguno de los conciertos…

Hoy me he estado acordando de lo que nos reímos aquella noche en mi piso de estudiantes cuando te arrastrabas por el suelo liado en mi albornoz, mientras sonaba Spin de Black circle. Cuando termines de acompañar a Raúl en su comida, te lo recuerdo y verás cómo nos reímos los dos juntos.

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Espera a que terminemos de comentar acerca de cómo fomentar la autonomía de nuestro hijo y después te pregunto cómo va el Madrid en la Champions; aunque si nos enzarzamos en intercambio de opiniones, al final se hace la hora de recogerlo del cole.

Encárgate ahora de llamar a la casa de comidas para llevar, y después ya podemos darnos ese abrazo que tanto necesito.

Ayer quería decirte que estabas muy guapo con esa camisa nueva y que me gusta la forma en que te has afeitado la barba,  pero ya sabes cómo se despertó Raúl de la siesta… Entre unas cosas y otras, quedó para mí.

Ya se que te dije que podríamos ver una peli juntos cuando acostásemos a los niños, pero qué quieres que te diga!; me duermo de pie.

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He sacado un hueco para ir a la peluquería y me he depilado aunque no te hayas dado cuenta; o tal vez sí lo has hecho y pensabas decírmelo pero, como yo, no viste el momento.

Ya saldremos los dos, no te preocupes, ahora ve con tu hijo en la bici y pasa tiempo con él que sabes que le entusiasma.

Sí, se que la última vez que nos reímos juntos a carcajadas por algo que no fuera una payasada del Leñador, fue cuando acerté cuál era la tarea del hogar que más te disgusta.. En serio, no hace falta ser muy listo; cuando coges la balleta para limpiar el mantel repleto de migas de pan, pones la misma cara que cuando tuviste que defender tu concierto solista de final de carrera… Es obvio que te tensa.

Ya me imagino que debes encontrarte un poco triste ante la idea de que tu hermano se marche lejos. Espera a que termine de cuadrar la contabilidad familiar de este mes y hablamos de ello.

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Me han recomendado un libro que estoy deseando poder leer. Cuando termines de explicarle a Raúl por qué no puede comer ahora un bombón, me encantaría compartirlo contigo.

Pensaba aprovechar el viaje a Murcia para contarte que quiero empezar a hacer deporte, pero al final tuve que pasármelo cantando un «veo veo» que siempre empieza con la letra M..

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Qué bien me sentó el beso que me diste en el pasillo el otro día, de forma inesperada, mientras corría a la habitación de Raúl a por un pañal para cambiarlo, sobre todo ahora que tantas veces me miro al espejo y pienso que no hay manera de que pueda resultarte atractiva

Cuánto disfruto esos 3 segundos de retoce en la cama cuando nos acostamos, antes de caer rendidos. Es sorprendente sentirse mimado cuando pasas el día mimando a otros.

Me gustas mucho, hombre de los 70´, cuando me das la cena mientras sostengo a la pequeña que se ha puesto a llorar. En esos momentos me convenzo de que recuperaremos ese espacio a dos bandas que hemos dejado en barbecho.

Y lo que más me gusta de todo, es que tú lo tienes absolutamente claro: Volverán, como las oscuras golondrinas, las cenas para dos, las escapadas románticas, las noches y las mañanas de pasión, los conciertos y las películas…

Y, mientras tanto, sigue enamorándome cambiando pañales con garbo; haciéndoles a tus hijos ataques del amor y quedándote por la noche a dormir a Manuela para que yo pueda irme a la cama.

 

 

 

 

Mi niño es un maleducado.

El otro día despertó mi interés un artículo que alguien compartió en facebook del diario «El Periódico» a propósito de la tolerancia social hacia las familias con hijos.

En él, un padre de familia relataba una experiencia desafortunada mientras viajaba en el tren con sus hijos, ante la desaprobación por parte de algunos de los demás viajeros, de su presencia misma.

Lo más interesante para mí fue el debate que se creó, al pie del artículo,a través de los comentarios de los lectores.

Simplificando hasta el absurdo, había quiénes estaban a favor del padre indignado; otros comprendían perfectamente el rechazo que para los otros viajeros, provocaba la familia con dos niños pequeños y, otros, y aquí la muestra de población que puso en jaque mi razonamiento, opinaban que por supuesto que se debía tolerar la presencia de niños pero siempre y cuando fueran niños bien educados…

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Atendiendo a los ejemplos que muchos de los implicados en el debate utilizaban para justificar su empatía hacia los viajeros que mostraron abiertamente su rechazo hacia los infantes, MI HIJO ES UN ABSOLUTO MALEDUCADO.

Sí, sí; tantos desvelos, tanto empeño, tanto tiempo invertido en intentar educarlo para que, al final, me haya salido un pequeño monstruo indigno de viajar en tren, en autobús, en avión; de ir a un restaurante o a una cafetería… Y lo peor de todo es que todo eso ha pasado sin que yo me hubiese enterado.

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Yo, que respiraba aliviada en la idea de que tan mal no se nos estaba dando la cosa al de los 70´y a mí cuando el leñador, a sus tiernos dos años, casi siempre pide las cosas por favor, acostumbra a decir gracias y hasta está aprendiendo a pedir disculpas; yo, que me derretía de ternura porque mi hijo se interesaba por dar la mano a mi abuela de 92 años cuando vamos por la calle o, en el parque, termina dejando su bici a todos los niños… Resulta que era totalmente inconsciente de que estaba creado un monstruo..

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Un pequeño monstruo, sí, porque mi hijo, cuando vamos a un restaurante, después de alrededor de hora y cuarto u hora y media sentado en la trona, se baja al suelo y juega a las carreras con los coches alrededor de nuestra mesa; un completo trasto que echa limón y patatas fritas en su vaso de agua y lo revuelve todo; un esperpento que ríe a carcajadas sonoras; que se arrodilla y se mancha y que rompe los manteles de papel.

Cómo no me había dado cuenta de lo peligroso y molesto que resulta mi hijo cuando en el tren pregunta millones de veces dónde está el maquinista; o se empeña en  apoyar la cabeza en los cristales. Cómo no había caído en la cuenta de que es un completo terrorista que canta «La araña insi winsi» a plena voz o se quita los zapatos. Cómo no he sido consciente hasta ahora de que mi hijo no muestra respeto alguno hacia la sociedad, porque me pide que le lea un cuento o da vueltas sobre sí mismo.

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Aunque…. Esperen un momento… ¿ No se trataba de tolerar a los niños? Quiero decir, ¿A los niños normales; a los de toda la vida…?

Vamos a ver, personas adultas que no soportáis a los niños maleducados como el mío: ¿Qué diferenciaría a un niño  bien educado cuya presencia sí resulta tolerable en restaurantes y transportes públicos, de un adulto como vosotros? Si estamos hablando de niños bien educados, que no se levantan de su asiento en tres horas de viaje; que comen sin mancharse y que no despegan el pico; que se ponen la mano para toser o estornudar y hasta ceden el paso a las señoras, entonces, amigos, ¿!!cómo no los ibais a tolerar??!! De la misma forma en que se os tolera a vosotros…

Pero así no son los niños. No al menos los sanos; los que son felices. Los niños de dos años, normales y felices, no suelen estar más de dos horas sentados sin moverse, porque necesitan moverse y liberar adrenalina; no  pueden estar callados, porque tienen la necesidad de comunicarse, de preguntar; quieren saberlo todo.. Vaya manía más estúpida!; Quieren tocar el agua y chafar las patatas fritas porque están conociendo el mundo… Menudo despropósito!; cantan, porque así expresan su alegría… Qué estupidez!..

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Así que sí, los niños en ocasiones revientan la comodidad del silencio y la tranquilidad abosolutas; coincidir con niños en un restaurante implica  que no vas a sentir que cenas a solas con tu pareja…Pero, queridos y queridas, ¿no vivimos en sociedad? ¿no implica esta realidad soportar situaciones no siempre deseables?… A mi, a veces tampoco me apetece escuchar a los de la mesa de la comida de trabajo reírse a carcajadas contando chistes machistas cuando voy con mi familia… Pero a nadie se le ocurre pensar que a los machistas debería prohibírseles ir a restaurantes.. ¿Por qué, entonces, sí nos planteamos que los niños no deberían viajar en tren?.

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Y, aunque a algunos no les interese, las contrapartidas que nos ofrecen los niños, creánme, son mucho más interesantes que las que suelen ofrecer los machistas…

En definitiva: Quiero que mi hijo sea un niño bien educado y por eso me esforzaré en seguir enseñándole a pedir las cosas por favor, a no insultar ni increpar a los demás, a dar las gracias; a pedir disculpas… Pero seguiré dejando que mi hijo se baje al suelo en los restaurantes, cante y baile cuando oye música y me pregunte cuarenta y cinco veces dónde está el maquinista…

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Las fotos son un poco de aquí y de allá…