TALLER DE ALQUIMIA

«Hoy una mano de congoja
llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma caen hojas.»

Que diría Neruda.

No es ningún secreto que me gusta el Otoño. No es ningún secreto que la melancolía es un sentimiento con el que me encuentro familiarizada.

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El Sábado la Asociación Amarena organizó un Taller de Alquimia para niños de entre 3 y 6 años, al que acudimos con Raúl.

El Taller incluía «cuentacuentos olfativos», almuerzo y una actividad que consistía en que los niños pudieran crear su propio perfume con las flores y frutos que ellos mismos recolectaban, de la mano de la cuentacuentos Gabriela,  que se metió en el bolsillo a todos los presentes con su canturreo y su sombrero rojo.

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Para nosotros fue una maravillosa oportunidad de pasar un rato con Raúl a solas. Para mí, en particular, fue un momento único para disfrutar de Las Fuentes del Marqués en el Otoño. Es un paisaje al que nunca podré terminar de agradecer la belleza. Da igual cuántas veces lo hayas visto…Es, sencillamente, mágico.

Pero como una imagen vale más que las 157 palabras que llevo escritas en este momento, les dejo unas fotos.

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Por cierto.. Que en mi despensa guardo el tarro con la mezcla de mi pequeño alquimista, y allí estará durante los díez días que tiene que permanecer en oscuridad el unguento antes de filtrarlo, y quién sabe? Quizás en el cuarto trastero reposa el próximo Channel Nº 5….

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Gracias a Amarena; gracias a Gabriela y gracias a todos los que participaron e hicieron que la mañana se convirtiese en un cuento de otoño con un perfume especial!

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Hasta pronto!!

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NORMAL DAY… LET ME BE AWARE OF THE TREASURE YOU ARE

«Normal Day, let me be aware of the treasure you are. Let me learn from you, love you, bless you before you depart. Let me not pass you by in quest of some rare and perfect tomorrow.Let me hold you while I may, for i may not always be so. One day I shall dig my nails into the earth, or burry my face in the pillow, or strech myself taut, or raise my hands to the sky and want, more than all the world, your return»

Que vendría a ser algo así como:

Día normal, permíteme ser consciente del tesoro que eres. Permíteme aprender de tí, amarte, bendecirte antes de que te marches. Permíteme que no te deje pasar de largo en busca de un mañana raro y perfecto. Déjame abrazarte mientras pueda porque puede que no sea así siempre. Un día, puede que clave mis uñas en la tierra, o entierre mi cabeza en la almohada, o me yerga tensa o alce mis manso al cielo y pida, más que nada en el mundo, tu vuelta…»

Es una cita muy conocida de Mary Jean Irion y, para mí, absolutamente acertada y completamente reveladora.

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Cuando la escuché por primera vez, vino a mi memoria un fragmento del guión de la película argentina «NO SOS VOS, SOY YO» que me hizo reflexionar en su momento. Se trata del momento en que el psicólogo que está atendiendo al personaje interpretado por el actor Diego Peretti, le dice:

«En la vida hay días buenos. Pocos. También hay días malos; por suerte también pocos. Y el resto, la mayoría, son días normales.»

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No puede ser más real. Si me detengo a mirar a lo largo de mis 31 años de existencia, me doy cuenta de que los días en que han sucedido acontecimientos maravillosos (cuando conocí a mi esposo, me hice mis respectivos test de embarazo, nacieron mis hijos, aprobé el último examen de la carrera, creé mi despacho, me casé…)  no son muchos, considerados en cómputo global. Ni siquiera son muchos los días en que, no habiendo sucedido cosas maravillosas, he recibido una buena noticia o ha transcurrido el día sin contratiempos y me he mantenido alegre y relajada a lo largo de todas sus horas.

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Por suerte, tampoco son muchos (por suerte, menos todavía, o menos presentes en mi memoria, al menos) los días en que ha sucedido algo terrible en mi vida; o los que, sin haber sucedido algo terrible; han estado llenos de contratiempos, malas noticias o momentos no deseables.

La mayoría de mis días, según lo veo, han sido una reiteración de actos propios de la rutina, en los que se ha hecho el camino al andar. Han ido llegando sin grandes sorpresas, con sus instantes de bienestar y sus momentos de malestar. Con quejas y, desgraciadamente, como consecuencia de mi condición de Abellán, menos alabanzas de las que hubieran sido oportunas; pero en lo que hoy interesa, en la absoluta IGNORANCIA del tesoro que han supuesto.

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El regalo de póngase Dios (el que gusten) o la fortuna, que suponen los días que no he pasado ingresada en un hospital enferma o, peor aún, acompañando a alguno de mis seres más queridos. El tesoro de los días normales en los que el «qué vamos a comer hoy», sólo me ha preocupado en el sentido de preguntarme si mi hijo se comerá las patatas así, cocidas. Los días normales en los que he llegado a casa en una tarde de frío y me ha reconfortado el calor de mi hogar; días normales en que he aprendido cómo se anuda una corbata o he conocido la última Jurisprudencia europea en materia de sustracción internacional de menores… El absoluto presente que han supuesto los días más normales de todos; en los que he comido alrededor de una mesa junto a mi marido, mis hijos, mi familia, o me he reído a carcajadas con mi hermana.

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Aquéllos dichosos días normales en que me levantaba e iba a la universidad, estudiaba, aprendía y conocía a gente maravillosa, como a mi amiga la Crack, que más pronto que tarde daré a conocer en este blog… Los días normales en que tomaba café con amigos o veía una película en el cine.

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Días normales en que me he apasionado con una canción o he llorado de la emoción leyendo un libro. Días normales de risas y enfados, en los que me he estresado con el trabajo por hacer, o me ha cabreado la mala baba que se gastan algunos.

Y, sin embargo,  días normales que en su transcurso me han pasado completamente inadvertidos. Que incluso, en alguna ocasión, me han conducido al hastío de la monotonía y han despertado mi desprecio, mientras soñaba con otros días, otros lugares, otros momentos. Una casa más grande, un trabajo más cómodo, unos hijos más dóciles, un marido más atento…

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Y hoy, que vengo en ser consciente de la dicha que suponen; del regalo que representan los días normales de mi vida, con los personajes que implican y los escenarios en que se desarrollan, quiero exclamar que !Bendita rutina la mía! y que quede así, documentado, para cuando vuelva a perder de vista el tesoro que son los días normales.

4 bodas y… pare Usted de contar!

Viva el amor en sus múltiples expresiones y celebraciones..!

Podría enumerar media docena de razones por las que me gustan las bodas. Y me refiero a razones de verdad… Nada que ver con que las bodas sean manifestación ceremonial del amor entre dos, o que te contagien de felicidad u otras pamplinas similares.. 😉

  1. Me gustan las bodas porque son una oportunidad para comer y beber bien. Y, además mucho, y sin remordimientos. De hecho, poder comérselo todo en una boda es un mérito que encuentra unánime aprobación social.
  2. Me gustan las bodas, especialmente desde que nació mi hijo, porque el de los 70´y yo no tenemos «demasiado» tiempo para salir con amigos; bailar, y hacer payasadas de tipo adulto (hablar con voces muy agudas o muy graves o imitar sonidos de distintos tipos de maquinaria sí entra entre nuestras actividades cotidianas). Las bodas son nuestra oportunidad para irnos de farra.
  3. Me gustan las bodas porque me gusta la moda; los atuendos de las novias y los novios; de las invitadas o invitados… Los zapatos, las carteras de mano; los sombreros, pamelas, tocados… A falta de «front rows», buenas son bodas.
  4. Me gustan las bodas porque disfruto de tomarme tiempo para arreglarme. Chapa y pintura integral. Depilación, peluquería, maquillaje, vestido, bolso, zapatos… Desde que nació El Leñador mis tiempos de autocuidado y acicalamiento se han reducido al absurdo; al absurdo de cinco minutos para aplicar el agua micelar y la crema hidratante. Cuando tenemos boda, reservo dos horas de reloj sólo par mí y mando al Leñador con cualquiera de sus abuelas o con su padre o, en caso de no ser posible, me hago la loca mientras lo veo meter la uña del dedo índice en mi pintalabios rojo y practicar el impresionismo en los azulejos del baño.
  5. Me gustan las bodas porque, en algún momento y de repente, el de los 70´y yo somos capaces de mantener una conversación de adultos en un mismo espacio y en un tono de voz prudente; sin interrupciones, llantos o distracciones y rejuvenecemos y comprobamos felices que nos veníamos comunicando y comprendiendo, aún sin hablar.
  6. También me gustan las bodas porque no sabéis quién es el de los 70′ con tres copas encima. Show del bueno.

También existen unas cuantas razones por las que me echo a temblar cuando se acercan; sobre todo cuando se acumulan en un breve periodo de tiempo:

  1. Las bodas suponen un gasto de la unidad familiar absolutamente desestabilizante. No solemos tenerlo tan presente como el IBI o el seguro del coche y es cada vez mayor… Todos gastamos muchísimo dinero en bodas. Los novios, los invitados… Nosotros, en los últimos dos meses, hemos tenido cuatro… Y con el dinero que hemos gastado en las bodas (por diversos conceptos) podríamos habernos pegado unas vacaciones.He de reconocer que, por lo general, me gustan más las vacaciones que las bodas.
  2. Los tacones. Aunque soy fan incondicional de Carrie Bradshaw y tengo especial fijación con los zapatos en general y los tacones en particular, desde que soy madre, cada vez los uso menos y, cuando lo hago, cada vez en alturas más accesibles y hormas más cómodas. Lo de pasar más de 7 horas subida en 11 centímetros de tacón me genera gran desasosiego.
  3. Las bodas se engullen los fines de semana. Como ya sabéis, en esta casa los WEEKEND WEEKEND son sagrados, intocables; la razón de nuestra existencia, los once millones del once del once de la ONCE…Cuando tienes una boda un fin de semana (o dos, como nos sucedió el último mes), se esfuman sin tiempo siquiera para olerlos…
  4. Por último: Ir de boda con una preñez considerable como la que luzco es una faena por tres razones fundamentales: Si eres un poco «neuras» como yo, no puedes comer jamón ibérico del bueno (no se si después del comunicado de la OMS el negocio de los cortadores de jamón en las celebraciones matrimoniales va a sufrir un varapalo); no puedes beber y te cuesta menos percibir lo ridículos que estamos a cierta edad bailando como si no hubiera mañana y, por último y la razón última de este post: ¿Qué narices te pones?? (ya sabéis como me las gasto con los preámbulos).

Pues sí, todo este rollo macabeo en torno a los «weddings days» para contaros que en estas últimas cuatro bodas he encontrado muchas dificultades para vestirme sin provocar un genocidio en nuestra economía; y, como finalmente conseguí lucir aceptable, he pensado compartir con Ustedes cómo lo hice, por si a alguna en «tamaña» situación, le pudiera servir.

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Para la primera de las bodas, rescaté del armario un vestido que debe tener unos 9 años. Es de zara y tiene un corte recto pero holgado, un sólo hombro y manga de murciélago. Como es negro, siempre le da un punto de vestir. Le puse un cinturón dorado para marcar la barriga y evitar parecer una mesa camilla; lo combiné con zapatos dorados tipo salón de MEMBUR y bolso caja de mano, también de zara. Para por la noche, cuando refrescaba, me puse una chaqueta que me compré asesorada por el gran «personal shopper» que es mi esposo y que, la verdad, me lleva dando juego un montón de años.

No fue a la pelu. Un poco de plancha y un maquillaje con los labios rojos (qué me gustarán a mí unos labios rojos!).

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Éstas no son las imágenes que corresponden realmente a una de las últimas bodas de Septiembre (son de una boda que tuve allá por el mes de Junio) pero en ésta última no hice muchas fotos, y en las que muestro, se aprecia mejor el vestido.

Es un vestido amarillo de «Les Madmoiselles» que compré hace al menos 5 años y que me gusta muchísimo. Además, como tiene un corte capa con un tejido con mucho movimiento y desigualdades en el bajo, favorece mucho, incluso con una barriga grandota. Lo combiné con cartera de mano plateada y los zapatos de mi boda.

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De la tercera boda, no tengo fotos, así que, omitimos ese look.

En la cuarta y última; en la que se casaba una gran amiga mía, decidí estrenar y me compré este vestido que fue ideal para mi estado. Me peiné con un recogido bajo y combiné con complementos en color vino que me parecieron muy otoñales. El maquillaje también lo construí sobre labios granates.

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En un lado del recogido, puse unas flores secas que apenas se aprecian.

Y así es como salí airosa de las cuatro bodas… Y, porque si no hago la gracia, reviento: Casi me cuestan un funeral (ja; ja; ja)

La calidad de las imágenes es pésima, I know, pero son fotos de ascensor…

PD.- El Leñador sí que estaba radiante!!

LA TORRE DE BABEL

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  • Buenas tardes flooor!! Escucha:
  • Dime hermosa
  • Esta tarde estaremos en tu ciudad… Nos vemos, ¿no?
  • ¡Ay qué bien! ¡Qué ilusión! ¿A qué hora venís?
  • Pues llegaremos sobre las 19.30.
  • Vale, perfecto, a esa hora podríamos vernos…
  • A esa hora ya hemos quedado, terminaremos en una hora o así…
  • Mmm… Vale… Es que si os desocupáis sobre las 20:30 o las 21:00 se me complica un poco porque el peque se acuesta sobre las 21.30 horas.
  • ¡Sin problema! Nos vemos sobre las 20:30 y nos tomamos algo y después, cuando acuestes al crío seguimos (emoticonos de guiños).
  • Bueno, la verdad es que a las 20:30 tengo que empezar a hacerle la cena y después tengo que bañarlo…
  • Muy bien, no te preocupes. Vamos a tu casa cuando terminemos y nos pones cualquier cosa de picar. ¡Me llevo musicote!
  • (SUSPIRO PROFUNDO) mmm, mira, la verdad es que durante la hora antes de irse a la cama estoy muy liada con él, porque estoy sola y tengo que darle la cena, baño… Ya sabes que es un niño complicado para dormir, me cuesta un rato de cuentos y canciones al lado de su cuna. Ojalá lo hubiera sabido antes… Habría tratado de encontrar a alguien que se quedara con él un rato.
  • No problem. Cuando terminemos nos vamos a tu casa y nos llevamos unos litros de cerveza y unas pizzas y nos las comemos allí.
  • Si te parece bien, hacemos lo siguiente: Cuando terminéis, vaís a por las pizzas y la bebida y daís un paseo; te doy un toque al móvil cuando el nene se haya dormido y os venís para casa… Es que si os ve llegar a ocho mozas como a vosotras, te aseguro que no va a haber manera de llevarlo a la cama…
  • Bien, bien… No tenemos prisa.. No tenemos que madrugar!!
  • (Los temblores se apoderan de mi cuerpo exhausto). Bueno, nosotros estamos bastante agotados y tengo que levantarme a las 6.30 am así que tampoco podré alargar mucho..
  • ¡No te preocupes, mujer! Cuando tengas que echarnos, nos echas…
  • Bien; estupendo… Aquí os espero.

A estas alturas los suspiros se han convertido en taquicardia y me hallo hiperventilando…

Para cuando llegan mis amigas, estilosas como ellas solas, con sus faldas midi y sus cinturones apretados; sus coletas altas; sus uñas de los pies pintadas en tono frambuesa y su olor a tendencia, me encuentro enfundada en una camiseta del de los 70´, de la década de los 90´, con el pelo recogido en lo que pretende ser una coleta e incrustaciones ojerosas bajo los ojos.

Mis amigas entran a casa con una vitalidad que, de dos años a esta parte, a mí se me agota a las 19:00 horas de la tarde…  En contraposición, a las 8:00 am de la mañana, soy capaz de cualquier cosa…

He hecho el esfuerzo para preparar una mesa con algo para picar y los vasos más modernos que tengo.

La cena discurre entre risas y anécdotas graciosas. Doy gracias al cielo de que El Leñador duerme y he escuchado la historia del tío con el que se lió mi amiga la trotamundos enterita; sin perder detalle… Tan entusiasmada estoy que en cuanto salgan por la puerta me apunto los detalles principales en las notas del I Phone, no vaya a ser que entre pañales que comprar, citas al pediatra y al matrón y plazos procesales, se me olvide algún dato importante y en la próxima conversación vuelva a parecer lo pesada y poco cool que acostumbro, preguntando todo el tiempo… ¿Pero eso qué es? ¿Cuándo ha pasado? ¿Quién es?…. ¿Cómo os llamáis…?!!

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Me lo estoy pasando rebien cuando, en un viaje a la cocina para rellenar los vasos de cerveza, miro el amenazante reloj que cuelga de la pared y, mientras el minutero coincide con la aguja de la hora en el número 12, se escucha una voz distorsionada (que, no me pregunten por qué, parece la de mi madre) que resuena diciendo: Mañana a las 6.30 am, cuando tengas que levantarte para meterte 160 Km en el cuerpo no te va a parecer tan graciosa la historia de cuando emulaste el baile enterito de Grease en un bar de Almería, allá por el año 2005.

Vuelvo al salón como el que ha visto un fantasma. Asustada, pero incapaz de contarle a esas mujeres, preciosas, risueñas y vitales las razones de mis temores más profundos, a sabiendas de que, pese a que emplearían en ello toda su empatía y su cariño (que es mucho) no comprenderán del todo el debate emocional que se libra en mi interior. A partir de este momento, ya no soy la misma. Las historias hilarantes las empiezo a escuchar como si provinieran de la mesa contigua del restaurante, y en mi cabeza se agolpan las llamadas por hacer, los despertares nocturnos a darle agua al Leñador y el sonido de la alarma a las 6.30 de la mañana que ya casi acierta a decir: Date prisa, no hay tiempo que perder!.

El de los 70´, que me tiene bastante calada y tiene más fuerza de voluntad que yo, se arma de coraje y, con la simpatía que le caracteriza, espeta: Chicas, ha sido un placer pero creo que tenemos que ir despidiendo la velada, o mañana nos veremos obligados a declararnos en huelga de actividad.

La felicidad inunda mi espíritu. Abro los ojos y se dibuja en mi rostro decrépito una sonrisa de puro confort! Gracias, mi hombre. Gracias.

Despido a mis amigas, que se muestran absolutamente   deliciosas y comprensivas, con un sabor agridulce: Feliz de haberlas podido disfrutar por un tiempo, pero contrariada por no poderme reencarnar en la que era hace 5 años; en la de los bailes de Grease y las imitaciones de David Bisbal.

Reflexiono en la cama y descubro que aunque algunas cosas han cambiado, y mucho; de vez en cuando (aunque sea muy de vez en cuando) aún puedo bailar “La Gozadera” y partirme de risa con mi amiga la futbolista; maravillarme con las historias de mi amiga la trotamundos; envidiar la vida sana de mi amiga la triatleta; preguntar como una posesa a mi amiga la fashionista dónde ha comprado esos pantalones palazzo tan divinos que, probablemente, yo no pueda ponerme en otros dos años; asombrarme con la capacidad productiva de mi amiga la actriz; debatir vehementemente con mi amiga la informática; endulzarme con las historias prematrimoniales de mi amiga la que se casa, y hablar de tíos buenos con la crack durante horas…

Y atesoro esos momentos en mi cabeza y en mi corazón como puntales que mantienen en pie uno de los aspectos esenciales de mi vida y de mi personalidad, que es su amistad; esa que tanto aprecio.

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raquel y Ariadna en Music

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Y, de repente, despierto de las ensoñaciones de fraternidad al grito de: Mamaaaaaaaá Aguaaaaaaaa!! Y me sonrío por dentro de escuchar tan clara la realidad de mi día a día…