Hola a todos y a todas:
He vuelto. Después de varios meses en los que sólo me he dejado caer por aquí para cantar alabanzas de mi prole, he vuelto.
Escribir me hace bien. Y no lo he hecho mucho últimamente; y, claro, lo he notado. Con el temporal, he cerrado puertas y ventanas y el aire empieza a notarse cargado.
Con todo lo que ha venido sucediéndole a este mundo, con tantos dilemas y desafíos. Con esta transformación de las relaciones sociales y familiares tan inaudita, y con tantas opiniones, debates, discusiones, juicios y estudios de los del método científico y de los que no; Con tanta gente hablando tanto, y todo el tiempo, me he auto Desautorizado para la expresión pública.
Llevo medio año recogiendo velas, ocupándome en silencio de lo más mío que, les digo tal cual siento, no es poco.
Pero claro, tan en lo práctico y lo cotidiano he andado inmersa, que de pronto he vuelto la mirada asustada, buscando eso que me dejé por el camino… Esa tendencia a estar en el debate; a levantar la mirada de mi trabajo y de mis hijos para tener una opinión y compartirla; aquello que me exponía y me hacía vulnerable pero que me daba vidilla…
Yo, que soy la que saca la religión y la política en las reuniones familiares, incluso con los cuñados, y la que no tiene ni pizca de miedo a la confrontación, me vengo rumiando las ideas desde hace meses.
Para ser estrictamente sincera, confesaré que he tratado de satisfacer mi inclinación a la tertulia, dando la brasa a mis hijos mayores. Un día les estaba soltando un discurso soporífero sobre la distribución de competencias en materia de educación, hasta que mi hijo me contestó: Mamà, que sepas que no he entendido ABSOLUTAMENTE NADA.
Y entonces resolví: Pues Raquel, vete a quemar orejas a los de facebook e instagram.
Y no piensen que me voy a cortar, no. Que lo mismo me van a ver hablar sobre la última sentencia del supremo que le lee la cartilla a las universidades públicas y a su controvertida y archiflexibilizada (siendo escandalosamente eufemística) figura del profesor asociado, que cuestionándome por qué mis tres hijos alinean sus necesidades de deposición entre sí; incluso a veces con las mías. Sin mucho criterio.
El Covid bien merece un par de entradas. Y lo de ser familia numerosa en tiempos de pandemia, ni les cuento. Alguna reseña de series les va a caer, que el confinamiento me ha dejado, entre otras cosas, unas cuantas suscripciones a plataformas digitales.
Sigan atentos a sus pantallas.
La foto es de un juicio telemático. Eso que me suena a pura ciencia ficción o a título de capítulo del libro de historia: La nueva normalidad (como la Gran Depresión o los Felices Años Veinte)