La increíble sensación de venirse…Abajo

O sentirse superada. Totalmente. Con la situación fuera de todo control.

La mayoría de homo sapiens sobre la faz terrestre habrán experimentado esta sensación alguna vez y coincidirán conmigo en que resulta terrorífico. Uno desea desaparecer; encontrar una vía de escape bajo los azulejos del baño que te lleve a mundos más amables.

Creo que la maternidad, sobre todo cuando es múltiple, es un hervidero imparable de increíbles sensaciones de venirse abajo (dicho sea, para los que quieran empezar a señalarme con el dedo, que también es un hervidero permanente de increíbles sensaciones de venirse arriba, y que, como todos Ustedes saben, éstas superan siempre el filtro letal de nuestra memoria, mientras las primeras sólo salen ilesas cuando son especialmente traumáticas… Seguro que nadie se acuerda de esa mañana de Lunes en que su hijo mayor tiró su primer vaso de agua al suelo, mientras el pequeño gateaba por la cocina desnudo y las tostadas del desayuno empezaban a quemarse…).

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Pues me ha dado por pensar en ello desde que leí este post de MAMÁ EN EL SIGLO XXI.

Y es que, no quiero ponerme en modo anuncio de jamón de york de Campofrío pero…Qué narices: Somos puñeteras heroínas!

La maternidad, la mía y las ajenas, me ha desvelado el sublime poder de la mujer; de la mujer madre… Y no es que subestime en absoluto el poder de la mujer no madre.. Ni del hombre y, por consiguiente, del ser humano en general; de sus capacidades, sus límites o posibilidades… Es simplemente que hoy quiero hacer mención de honor a éstas; porque, queridos y queridas, a veces es realmente duro, muy duro, y sin embargo, no nos adelantan la edad de jubilación.

Mientras leía el post de mi compañera, casi me echo a llorar; porque podía ponerme en sus zapatos y sentir la angustia de ese momento en que se apodera de tí la increíble sensación de venirse abajo… En que, en el mejor de los casos, haces como ella y te encierras en el baño durante dos minutos, conscientemente indiferente a los peligros que mientras tanto, puedan acechar a tu prole, y lloras amargamente (eso sí, durante dos minutos) con el grifo abierto en su máxima potencia.

He descubierto que para muchas mujeres con descendencia, el día tiene 30 horas; la noche apenas un par de ellas; son capaces de subsistir alimentándose poco y a deshoras, consiguen almacenar en sus cerebros más citas, datos e informaciones que los servidores del Pentágono y, además, se ponen los labios rojos para salir a la calle; beben vino mientras discuten de política; se presentan a oposiciones; hacen crecer un negocio; hacen yoga; corren maratones; montan en Harley Davison…

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Mi maternidad me ha permitido poner en otra óptica las historias que mi madre me contaba de cuando, tras traerme al mundo, tuvo que quedarse hasta diez días en el Hospital, con todos los puntos de la episiotomía infectados, con 39 de fiebre y acunándome entre gemidos por los pasillos del Clínico La Arrixaca; de cuando, con los dolores de un cólico nefrítico (las que, como yo, los hayáis sufrido, saben que son para volverse loco) se ocupaba de un bebé con pulmonía (AKA una servidora) y de una niña de año y medio que, de pura necesidad de atención, tenía hasta llagas en la boca…

Y hay momentos, compañeras y compañeros, en los que el medidor de presión oscila a lo largo del espacio sombreado en rojo, y es necesario que la válvula suba y gire, y libere la presión porque, de lo contrario, se produce una explosión. Una explosión en forma de gritos, llantos, culpas, miedos o cosas aún peores.. Y, aunque la mayor parte de las veces, se puede arreglar, es un momento del que no nos gusta participar.

Y, como para muestra un botón, les cuento que últimamente también yo me he sentido al borde de hacerme un  Meryl Streep en Kramer contra Kramer. Concretamente cuando, con mi hija de 18 días enganchada al oxígeno en un hospital, tras tres noches sentada en un sillón raído y con el mecanismo de reclinar inutilizable, sacaba apenas hora y media para poder ver a mi otro hijo y, al tener que abandonarlo de nuevo (preocupada por si a Manuela le iban a poner la nebulización y no iba a llegar a tiempo de ser yo quién la sostuviera mientras lloraba) me pedía: «Mamá no te vayas» y me preguntaba, acentuando con el mayor salero del mundo el tono interrogativo: «Te quedas que juguemos?«;

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Y en momentos como ése, indescriptiblemente cansada, tratando de ignorar las listas de to does; el trabajo; los pelos de loca; la capa de polvo que envuelve los muebles del salón; la lista de llamadas de mis amigas… Piensas en una cama con sábanas blancas y limpias, que no huelen a leche materna, en una taza de fresas con nata al despertar y una película europea de media tarde.

Pero Ustedes saben como yo que si te lo ofrecieran (la cama, las fresas y la película) no las cambiarías por las cuatro barras de hierro con forma de sillón que te permiten estar al lado de tu bebé cuando entre cables y gomas, te sonríe; o la hora y media que puedes pasar jugando con tu hijo y escuchando las risas escandalosas que le provocan tus cosquillas…

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Y no es que palos con gusto no duelan; claro que duelen, pero hay algo mucho más grande, y eso, nosotras y ellos (padres y madres), lo sabemos.

 

 

 

8 comentarios en “La increíble sensación de venirse…Abajo

  1. Ánimo Raquel!! Lo estás haciendo requetebién. Eres una madraza. Te sobra amor por tus hijos y ese es el único elemento imprescindible para esta locura de la maternidad. Todo lo demás puede esperar, nos saldrá mejor o peor, en ocasiones estará todo más o menos controlado y en otras será un caos absoluto. Pero con lo que tus peques se quedarán, cuando sean conscientes de ello, es con que tienen una madre que les quiere con locura y lucha a diario por su bienestar. El post-parto es caótico, agotador, desquiciante y desesperante por definición. Creo que es uno de los momentos en los que con mayor razón tenemos que relativizar y dejar casi todo para «luego». Ellos y tú, tú y ellos y lo demás que espere. Limítate a «sobrevivir», ríete, contempla, saborea, llora, grita, anda despeinada… Estás criando a tus «cachorros» y en esta etapa se requiere que todos tus esfuerzos se centren en ello. Sólo las que hemos pasado por esto sabemos lo que supone…Ya habrá tiempo para organizarse, florituras y órdenes y conciertos. ¡Tranquila!! ¡ÁNIMO!! Esto sólo se vive una vez y el tiempo vuela. Cuando te quieras dar cuenta ya tendrás a la pitufilla correteando también y serán otras las necesidades pero podrás permitirte más respiros, algún ratito para ti, organizarte tu trabajo y tu tiempo. De momento, «disfruta» ese maravilloso caos. Aunque a veces sea la guerra! Podrás con todo y lo harás fenomenal. Estoy segura! Un besazo campeona! Cuando quieras desahogarte ya sabes donde estoy 😉

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    • Gracias guapa!! Tienes mucha razón en tus palabras… Todo puede, o al menos debe poder esperar. Por desgracia en mi caso hay responsabilidades profesionales que no puedo ignorar y muchas veces es como dices, bastante caótico. En cualquier caso como suelo decirle a mi marido: estamos cansados y agobiados pero felices!! Muchas gracias!! 😘😘

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      • claro que sí!! curiosamente eso mismo le suelo repetir a mi marido también con frecuencia. Es una realidad!! Vive al día y ve haciendo lo que puedas. Aunque parezca mentira las cosas irán saliendo. Un besazo enorme y mucho ánimo!!

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