Feliz Cumpleaños, cielucho

Últimamente reproduzco en bucle el momento en que te traje al mundo.

Dos años hace ya (mañana a las 7.55 Pm, para ser exactos) de ese instante (por decirlo de algún modo) absolutamente revelador; desbordante, asombroso y bastante gore, en general.

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Todo intento de explicar lo que has supuesto para mi vida que pueda deducirse de estas líneas, no será más que un esfuerzo inútil y pretencioso, porque, sencillamente, pequeñajo, no hay palabras. No las hay, o si las hubiera, no sabría emplearlas de la manera adecuada. Releo lo que escribo; incluso reviso los pensamientos en forma de lenguaje que revolotean mi cabeza en el momento en que me siento a escribir, y lo que sale no se parece en nada a lo que exulta en mi interior ante la idea misma de ti.

A nadie le pillará por sorpresa si digo que has cambiado nuestras vidas de forma torrencial…

Y para ser sincera, en un aspecto las has limitado. Has limitado nuestra actividad social, nuestra actividad profesional y nos has dejado casi sin ocio (al menos del de para uno mismo).

En dos años he leído tres libros y podría contar con los dedos de las manos las películas que he disfrutado. Me quedé por «El Hombre Lobo» de los Eels.

Habré pasado menos de 10 veces por la peluquería y sería indecente decir las veces que me he depilado.

Los días de compras me han durado lo que duraba tu bolsa de gusanitos y las conversaciones con mis amigas se han convertido en frases inconexas entre «Cariño, el detergente no se come» o «Ya mismo nos vamos».

De repente, dormir hasta las 8 de la mañana, y sólo despertarse una vez, es una cura de sueño de las buenas; y una fabulosa comida fuera es cualquiera que nos haya permitido llegar al momento del postre, aunque en los 60 minutos en que hayamos podido aguantarte sobre la trona, hayas mezclado vinagre, cerveza y caldo de berberechos con pan de pipas y, sí, Señores y Señoras, te lo hayas bebido.

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Y con todo, me tienes, hijo, con el corazón encogido… Mirando a la vida a través de colores pastelosos, llenando el teléfono móvil de fotos secuencia (de hasta 20 o 30 disparos) de lo que tardas en lanzar un beso, y tarareando «Felicidad, qué bonito nombre tienes…» por las esquinas.

Pero es que para menos no es.

Esa mirada noblona y dulzota debajo de esos cabellos rubios como las candelas; y esa boca de piñoncito que me quita el sentío… Los muslos apretados; el pecho fuerte y los pies rechochos con la peste más salerosa que haya olido jamás.

Y si me quedaba algo de dignidad, la perdí del todo cuando empezaste a hablar… Y no paraste nunca… Y cuando asumiste  que las cosas se piden «for favor y cin llorarl»; y cuando decidiste que ibas a dedicarte a hacer solos con la guitarra, mientras mueves la pierna al más puro estilo Buddy Holly ; o que el piano no se puede tocar sin «paltitura» o cuando te pones de lo más cool tocando el Cello que has creado con la guitarra invertida y un palo del tambor. Nunca un palo había dado tanto de sí. Lo mismo lo conviertes en trompeta que en arco de violín.

Me tienes al borde de perder el juicio con tu hablar refinado y tus «icos» murcianos, o con las filas de coches más grandes y rectas que se hayan visto jamás; y me colocas entre la risa y el llanto cuando de madrugada te da por acordarte de que «el árbol de Navidad es súpel grande y tiene un montón de bolas» y por cantar «Navidad, Navidad, duce Navidad la alegría vamos a cantal HEY!

Así que poco importa que te pases un tercio del día manoseándome los pechos; o que me claves la cabeza en la costilla cada vez que terminas en la cama conyugal, que es más veces de las que no.

Pronto se me olvida que he perdido todo el pudor que me quedaba cargándote en brazos hasta mientras hago pipí y lo mismo me da que te comas el jamón como si no existiera futuro, cuando haces saludos de concertista o coges mi ordenador para comunicarme, con la misma culpabilidad que lo hago yo, que vas a terminar un trabajo y ya está.

Eres lo más desde que se descubrió el fuego; un espectáculo del vivir…

Eres dulce y cariñoso.

Me haces querer más que en las películas… Incluso quererme a mi misma mucho más. Me has enseñado tanto de ti y de mi… Y has puesto los puntos sobre las íes sobre lo urgente, lo importante y lo superfluo. Nos devuelves la idea de esperanza y de ilusión y nos haces movernos cómodamente en la ñoñería…

Qué te voy a contar, pequeño leñador…Que haces las delicias de nuestros días y que, rezo por hacerlo lo mejor posible contigo hasta que esté en mi mano una mínima responsabilidad sobre tu felicidad….

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Te deseo un MUY FELIZ SEGUNDO CUMPLEAÑOS, cielucho.

Decidme en el alma ¿Quién levantó los olivos?

Andaluces de Jaén, 

aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.

No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?

Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.

Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.

Por supuesto: Miguel Hernández.

No era Jaén, sino Zurgena y, aunque unos más que otros, muy hechos a la recogida de la oliva, no estábamos.

A pesar de todo hemos disfrutado bien del día de campo. Especialmente uno que yo me sé, que ha terminado con tierra hasta en el pompis.

 

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Menudo perfil…

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La guinda del pastel la han puesto una sopa de picadillo y un puñado de tortas fritas con chocolate.

Feliz semana Navideña a todos y todas.

 

All I Want for Christmas

Me disculparán que me ponga profunda… Es la Navidad y las hormonas. Espero recuperar mi lado canalla cuando encare la crisis emocional post parto y salga de mi esta Raquel llorona y sensiblera que se ha apoderado de mi cuerpo en los últimos meses.

No les voy a decir que tengo todo lo que quiero por Navidad porque sólo hace falta echar un vistazo al mundo en que nuestra especie se desarrolla, para comprobar que casi todo está mal. Que la mayor parte de las situaciones vitales que en el mismo acontecen son injustas y penosas.  Y que a mí, como a la mayoría de Ustedes, no me gustan y desearía que cambiaran.

Ojalá empezaran cambiando el próximo día 20 de Diciembre, al menos para esta parte del mundo; y al menos un poquito.

Si les digo la verdad, también quiero que pase ese día para recuperar a mi marido. Al que era antes de convertirse en el analista político y programa electoral parlante de PODEMOS, que duerme junto a mi cada noche desde hace unas semanas.

Lo que sí es cierto, por lo que a mí misma respecta, es que tengo mucho más de lo que realmente necesito y que, aunque me falta una persona, soy francamente afortunada.

En invierno siempre me reencuentro con la gratitud de tener un techo en el que resguardarme junto a mi familia del frío y de la noche y, además, con calefacción. Una bendición absoluta hasta que llega la factura de Febrero.

Agua caliente; comida de todo tipo (hasta gambas o dulces); trabajo; la compañía de mi madre, mi hermana y cuñado, mi abuela, mis tías y primos y mi familia política. Entretenimiento; la posibilidad de estrenar un vestido para Nochevieja o de pintarme los labios; ver una película en el cine o leer un libro que me guste; salir a comer o a tomar una cerveza…

Salud. Un marido que la mayor parte del tiempo es un tesoro aunque ande variceloso y sindicalista; un hijo que la mayor parte del tiempo es… Un niño… Y que va pegado su guitarra cantando villancicos por todas partes; y una niña creciendo en mi interior, que ya pesa más de dos kilos y a la que estamos deseando conocer cara a cara.

Así que lo que quiero es mostrar esta absoluta gratitud y desear, eso sí, que todo salga bien en la llegada de Manuela.

Ayer compartimos uno de esos días que conforman el mosaico de la vida dulce, poniendo la casa navideña:

 

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