DE LA CONCILIACIÓN Y OTROS FANTASMAS

La verdad es que no quiero ser cansina.

O estoy inmersa en un mundo paralelo de madres, horarios, quejas, niños, noches en vela y sueños daneses, o realmente el debate sobre la conciliación de la vida laboral, y personal y familiar está absolutamente de moda. De actualidad. Rabiosa. Porque apenas se escuchan voces amables al respecto.

Aunque «ardo en deseos»,  por lo de no querer ser demasiado cansina, no voy a hacer un discurso general de lo trasnochado de los planteamientos conceptuales que soportan todo nuestro enfoque respecto del trabajo, como parte esencial de la vida de las personas. Permítanme únicamente apuntar que, como de costumbre, partimos de la tendencia a sofocar en oposición a la de favorecer; de imponer en vez de motivar, o de costreñir, en vez de razonar.

¿Acaso tiene algún sentido que aún los empresarios asuman ejercicio de poder de dirección en base a la información que recaban de los sistemas de control de horarios y resulten ajenos a las cotas de productividad, o de satisfacción de los clientes?

Tampoco quiero ser cansina con Dinamarca o Suecia, pero ¿Cómo no tenemos claro ya que ofrecer a las personas tiempo libre, de ocio y recreación personal, de dedicación a la familia y a la sociedad.. mejora el rendimiento personal en todos los aspectos?

Bueno, reiterando, como no quiero ser cansina ni repetirme como el «ajo» en un debate que está bastante explotado y manido, les voy a contar una historia:

Mi historia comienza el pasado Lunes, 26 Octubre y abarca hasta apenas ayer mismo.

Soy madre y soy autónoma, Y NECESITO AYUDA. (Les ruego que imaginen una reunión de personas en círculo, con gesto preocupado y andar pesado y a mí, dirigiéndome al resto con resignación y cierto abatimiento).

Generalmente, desde que nació mi hijo Raúl, he tratado de trabajar sólo por las mañanas para poder dedicar la tarde a pasar tiempo con él. Por obligación y, sobre todo, por convicción. Porque ya me parece demasiado que desde su más tierna fase de cachorro tenga que pasar 5 horas diarias en la guardería; porque creo firmemente que la educación de los hijos corresponde a los padres; que proporcionarles cada día cariño y afecto, enseñarles cómo nosotros hacemos las cosas y también otras formas de hacerlas, interactuar con ellos; llevarlos de la mano; leer cuentos; jugar a hacer carreras; tomar una merienda juntos; cantar canciones, pasear; mirarles a los ojos y que sepan que estamos ahí los primeros, porque somos lo primero en sus vidas embrionarias; decirles que NO, mostrarles que sus actos tienen consecuencias; indicarles que los errores pueden corregirse y, si no, que pueden enseñarles…Porque pienso que todo eso es la labor más importante que tenemos entre manos los que somos padres; y porque de esto, en alguna medida importante (según los científicos) depende mucho quiénes sean esos nuestros hijos en el futuro.

Por supuesto tengo que decir que me lo he venido pudiendo permitir. Supongo que hay personas que, por sus circunstancias, no tienen la posibilidad de siquiera pasar unas horas al día con sus hijos. Esto es una cuestión de Estado. Un error de nuestro Estado que obvia de forma flagrante la importancia que tiene la educación de los niños cuando son pequeños, y la necesidad de proteger a la familia como núcleo social básico en que una persona crece y se desarrolla. Éso sí que afecta verdaderamente al mandato constitucional de protección a la familia y no otras extravagancias…

Por suerte, en este sentido, soy autónoma y no dependo nada más que de mis clientes, de manera que con altas exigencias de rendimiento y con planes organizativos que ya los hubiera querido el III REICH para sí; he venido pudiendo organizarme para, más o menos, y restando jornadas de ocio a los fines de semana, concentrar mi horario hasta las 4 de la tarde, como mucho.

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Sin embargo, lo cierto es que, por desgracia paradójica, soy autónoma. No gran empresaria, no. Autónoma. Abogada autónoma para ser exactos. Con una estabilidad económica incierta y voluble; con una cantidad de gastos indecente y con responsabilidades que no dejan de envolverte por más que apagues la luz del despacho y llegues a casa.

Y, en ésas estaba yo este mes, cuando se me acumularon muchos, muchos plazos, varios señalamientos y trabajo al que dar salida con el cronómetro de mi embarazo a pleno ritmo.

Y no es que estuviese pretendiendo hacerme de oro, no. Es que en esta profesión a veces esto pasa. Los Jueces y Tribunales del país se reúnen en un avión como los miembros del Club Bilderberg y deciden, todos a una, señalar en las mismas fechas; emplazar con los mismos términos… Y quizás, desde el punto de vista económico, sea el mes más desastroso de la historia y, con suerte, pagues los gastos del despacho y la cuota del autónomo.

Y empecé a trabajar de Lunes  a Domingo; por la mañana y por la tarde. Desde las desoladoras 7 de la mañana y hasta las oscuras 9 de la noche.

Y mi hijo no podía estar conmigo. Y tenía que estar en la guardería, y con los abuelos, y con los tíos… Y, vaya por delante, que con todos ellos está genial. Pero no se puede quedar atrás que ME ECHA DE MENOS. Mucho. Tanto que cuando vuelvo a las 9 no puedo despegarlo de mi cuello De forma intermitente me asfixia en abrazos y achuchones, y me castiga con negativas y desdenes… Está contrariado y confundido.

 Y así, pasó la primera semana hasta que, desbordado por la situación y aquejado de un resfriado, se plantó. Y se plantó de la única forma que le es factible: Llorando y llorando y reclamando a mamá… Y lo hizo en un momento en que mamá no podía estar. Y llegó la noche; y después de acostarme a las 12 trabajando, él a las dos dijo que se acabó lo que se daba; que no quería dormir más si no era en mis brazos. Y lo hizo esa noche, precisamente la noche que precedía a un señalamiento que se presumía largo y tenso, en los Juzgados de Murcia.

Veía pasar las horas del reloj (las 3, las 4), y veía como se acercaba de forma incorregible la hora en que el despertador tendría que sonar (que no era otra que las desoladoras 6 de la mañana) , así que la ansiedad y el desasosiego se apoderaban de mí. Y cada vez era menos capaz de reaccionar con paciencia y entendimiento. En mi mente se mezclaban las preguntas de los interrogatorios y los gritos de mi hijo mientras su padre trataba sin éxito, de consolarlo para que yo durmiera un poco.

El de los 70´también se agitaba ante el rechazo que cada gesto suyo provocaba en nuestro hijo, y perdía los nervios y las maneras; y el Leñador lloraba más y más.

Al final todos en pie, desde las 3 de la mañana. En el salón; en el sofá. Derrotados. Raúl padre frustrado al verme extenuada y no tener solución; Raúl hijo por fin tranquilo entre mis brazos y yo, rendida ante la naturaleza misma, con muchas ganas de llorar y con una pregunta que me rondaba una y otra vez: ¿Qué estamos haciendo?..

 A las 7 de la mañana me metía en la ducha mientras mi hijo daba golpes en la puerta y lloraba para que volviera a cogerlo en brazos; me vestía con él agarrado a mi pierna mientras los dos llorábamos; él porque no entendía; yo, porque tampoco entendía.

Salía por la puerta de casa con rabia y tristeza a partes iguales, y me dirigía a hacer mi trabajo de la mejor forma posible, pero sin haber pegado un ojo, ni haberme siquiera alimentado.

El juicio, que empezó a las 10, acabó a las 14:00 de la tarde. 4 horas luchando por mantener la concentración y la tensión que una vista oral implica. Y acabó, y aún cuando hubo momentos en que pensaba que iba a desfallecer, mantuve el tipo y no lo acusé. Pero aún, ese día, me quedaba una tarde entera en el despacho. Hasta las 19.30. Y volvía a casa de nuevo casi a las 9 para acunar al Leñador un rato antes de que se durmiera y acostarme de nuevo para, al día siguiente,, repetir la operación. Durante otra semana más; mientras mi hijo se despertaba entre tres y cuatro veces todas las noches.

Al final, mi cuerpo embarazado de 7 meses dijo basta. Comencé un Miércoles con un dolor de cabeza que no me dejaba dormir, ni pensar, ni trabajar, y por más que tomaba paracetamol, no remitía. El Doctor lo tenía claro. Estrés. Yo también.

20140221_173821Y, ahora, con las aguas ligeramente en calma, me pregunto qué solución puedo dar a estas situaciones y, por más que lo pienso tampoco encuentro una respuesta.

No podemos reducir jornada, ni pedir excedencia. Los clientes no nos van a esperar un año hasta que nuestros hijos sean más mayores. No podemos conseguir permiso de lactancia ni flexibilización de horarios.. A veces no podemos ni apagar el móvil.

Pero ¿saben lo que me vendría bien? AYUDA. Más personal. Alguien a quién asignar tareas que resulten delegables. Alguien que saldría directamente de la situación de desempleo para trabajar, conmigo, ayudándome, haciendo crecer mi despacho; facilitándome el oficio, ayudándome a conciliar…

Pero lo cierto es que con los gastos que ya de por sí tengo de la actividad profesional, un nuevo gasto como ése NO ME LO PUEDO PERMITIR. O quizás un mes sí; pero no al siguiente.

Y sigo preguntándome por qué pago de cuota a la seguridad social lo mismo que quién factura diez veces más que yo; y el mismo precio de alquiler, el mismo precio de guardería, los mismos impuestos…

A alguien se le ha ocurrido que lo que los autónomos necesitamos es INCENTIVOS ECONÓMICOS??

Puesto que no podemos abandonar la empresa en la confianza de que alguien hará nuestro trabajo, por qué a nadie se le ocurre que si tenemos incentivos fiscales; bonificaciones y ayudas y proporcionalidad entre nuestras cargas sociales y fiscales y nuestro nivel de facturación, más mamás y papás nos aventuraremos a emprender; a crear negocios y empresas, a contratar más gente; a arriesgar, a crecer, a invertir, a hacer publicidad, a alquilar inmuebles, a comprar maquinaria, a tener más hijos…y…  en definitiva, A PRODUCIR.?? Y además, lo haremos más felices, más alegres y, de seguro de seguro que haremos menos gasto a la sanidad pública.

Y además de todo eso.. Estaremos en casa con nuestros hijos, les educaremos, estaremos pendientes de sus necesidades; de sus motivaciones y de sus intereses, lo que nos servirá para orientarlos, para guiarlos, y  haremos decrecer la bochornosa tasa de fracaso escolar.

A ver si esto llega a los Sres. Rivera e Iglesias y hacen una propuesta que me convenza… A los otros, ya los tengo calados.

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6 comentarios en “DE LA CONCILIACIÓN Y OTROS FANTASMAS

  1. REAL COMO LA VIDA MISMA ¡Qué bien te entiendo!. Suscribo cada una de tus palabras. He vivido infinidad de veces una jornada como la que describes y me encuentro en una situación muy similar. La frustración me persigue y en ocasiones el sentimiento de soledad e incomprensión. De ser una especie de bicho raro que no encaja en el sistema por haber tenido la osadía de querer ser madre, formar una familia…¡NO ES JUSTO! Pero no debemos rendirnos en los brazos de dichos sentimientos. Al margen de la crítica que merece la vomitiva gestión del sistema por nuestros políticos e instituciones, que es un tema del que podríamos hablar largo y tendido, dadas las circunstancias, no nos queda otra que autogestionarnos nuestro propio chiringuito y procurarnos una vida más llevadera.

    Creo que la clave está en no esperar un cambio del exterior. Desgraciadamente no confío en que llegue pronto; ni siquiera sé si llegará algún día en que la configuración de nuestra sociedad permita una vida más amable en la que las madres trabajadoras (valga la redundancia), tengamos el lugar que merecemos, que nos ganamos a pulso día a día. Por eso pienso que, partiendo de una escala de valores inamovible y grabada a fuego en nuestra piel, teniendo muy claro siempre cuales son nuestras prioridades y que el orden de los factores si altera el producto, debemos luchar, cada una en sus circunstancias, por «conciliar» las múltiples facetas que tenemos como mujeres.

    Se trata de idear una «estrategia a medida» partiendo, como te digo, de unos mínimos innegociables. En ocasiones supondrá, inevitablemente rebajar nuestras ambiciones profesionales. En mi caso es el terreno del que prefiero recortar, antes que del tiempo para mis hijos o de mi relación con mi marido. Es fundamental buscar apoyos, ¡muchos!. Solas no podemos con todo, aunque a veces aspiremos a ello y nos topemos contra el muro de la realidad.

    En esa estrategia me parece una pieza fundamental la complicidad con tu marido, tu compañero de vida. El que un día prometió ser «una sola carne» contigo y si las cosas son como deben ser renueva ese propósito jornada tras jornada. Con esto quiero decir que sin un REPARTO DE TAREAS en función de la situación de cada uno y de la familia en su conjunto considero a todas luces imposible alcanzar esa soñada conciliación (Véase como ejemplo cuando, como nos cuentas, tu marido intentaba calmar al pequeño durante la noche para que pudieras dormir algo. A pesar de que lo hiciera sin éxito, sólo el hecho de intentarlo es un triunfo del amor hacia ti, aunque sea en un acto pequeño. Ahí tienes uno de los ingredientes que considero imprescindibles para llegar a esa meta de la que hablamos).

    Por otra parte, y volviendo al tema de la rebaja de ambiciones en pro de una vida satisfactoria en su conjunto, aunque pueda parecer un rendirse ante la adversidad o un fracaso como mujer que desea sentirse realizada en todos sus aspectos, pienso que dadas las circunstancias actuales resulta inevitable. Y más si, como veo, crees firmemente en un modelo educativo para tus hijos en el que los padres están PRESENTES. Creo que al menos durante los primeros años, no nos queda otra que conformarnos con menos en el campo profesional si queremos que esto sea posible. Sin dramas, luchando porque por ello no se instale la frustración en nosotras. Creo que es un precio que debemos pagar gustosas si con ello conseguimos el equilibrio del conjunto. Tu salud, la del bebé que llevas en tu vientre, la atención que merecen tu marido y tu hijo, tu derecho a disfrutar de tiempo libre personal y en familia bien lo merecen.

    En mi caso estoy buscando ahora un empleo de apoyo en un despacho, de media jornada. No sé si lo conseguiré pero quiero intentarlo. La idea es colaborar en la tramitación de asuntos y descargar de trabajo a los compañeros pero sin comprometerme a asistir a juicio ni a atender clientes de principio a fin. Estoy dispuesta a hacerlo mediante contrato mercantil, lo que creo que me facilitará encontrar un puesto que se adapte a esto. Soy consciente de que no seré la abogada del año ni ganaré cantidades astronómicas. Pero pienso que me permitirá sentirme mucho mejor puesto que no renunciaré radicalmente al ejercicio de mi profesión, mantendré un contacto con la actualidad jurídica, me desarrollaré intelectualmente y aportaré unos ingresos a la familia que no vienen nada mal. Como dices, efectivamente no todo el mundo puede permitirse esto. En mi caso me considero enormemente privilegiada por poder aspirar a un puesto de trabajo más modesto que me permita dedicar más tiempo a mis hijos y aún así tener cubiertas nuestras necesidades económicas por otras vías que no son exclusivamente mi empleo. Por eso, como te digo, las soluciones hay que encontrarlas caso por caso, familia por familia.

    Insisto, creo que la clave es asumir «la realidad con realismo» y no pretender alcanzar una situación que ni en la mejor película americana sería posible a ningún ser humano. Por otra parte, veo imprescindible la contratación de una persona para las tareas del hogar. Aunque sólo sea un día por semana (Limpieza general, lavadoras y plancha). Aspecto que considero vital tener controlado para el bienestar de toda la familia y tu propia paz interior. No podemos pretender levantarnos al alba sin haber dormido apenas, arreglar a los niños, llevarlos al cole, entrar en la oficina, recogerlos por la tarde, dedicarles tiempo de calidad, cenas, duchas y encima sacar tiempo para tener la casa medianamente en condiciones y no morir en el intento.

    Y a todo esto, ¿dónde queda el tiempo para nuestro marido y para nosotras mismas? Vuelve a ser un reto pero podemos conseguirlo. Volvemos a necesitar ayuda. Creo que no hay dinero mejor invertido que en una niñera que se encargue de tus hijos de vez en cuando una noche de viernes para una escapada de cine y cena con tu marido. O turnaros durante el fin de semana para que él se eche un partido con los amigos y tu puedas acudir a una clase de pilates o una tarde de compras y risas entre amigas. ¡¡ES POSIBLE!! Pero todo esto partiendo de tener lo pies muy en el suelo, siendo realistas y no exigiéndonos más de lo que humanamente podamos dar («Máster en autoexigencia impracticable», especialidad que se nos otorga a todas las mujeres según nacemos, jeje).
    Y sobre todo ser FLEXIBLES, permitirnos cierto caos, huir del perfeccionismo…Que la casa está desordenada de vez en cuando, que me he acostado tarde porque he estado de risas y arreglando el mundo en un debate con mi marido, que mis hijos han ido al cole con el uniforme un poco arrugado: ¡¡NO PASA NADA!! Lo importante es intentar ser felices, que tu motor sea el amor. Y si para ello te toca rebajar la exigencia o la brillantez profesional durante unos años no lo considero ningún fracaso sino una victoria en toda regla, porque has conseguido lo que te propusiste: ser una esposa, madre, trabajadora, amiga y en definitiva, una MUJER COMPLETA, que hace las cosas lo mejor que puede y que lucha cada día por ser feliz y hacer felices a los suyos. A pesar de haber tenido que «sacrificar» aunque sea temporalmente algunas cosas, que al fin y al cabo no son tan importantes y no merecen el desgaste de nuestra salud y alegría.

    No sé si te ha servido para algo semejante sermón. Y si he conseguido trasmitirte lo que quiero. Pero es que es un debate con el que me enfrento a diario. Le he dado mil vueltas y voy sacando mis conclusiones después de muchas lágrimas, tropiezos, frustraciones, sacrificio de mi salud… Te mando un abrazo enorme y muchísimo ánimo. ¡LO CONSEGUIREMOS!

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    • Me ha encantado tu comentario. Has dado en todas las claves que yo misma me vengo planteando desde hace tiempo. Tienes razón en todo. Por supuesto que yo también he decidido rebajar mis expectativas profesionales; aunque más que rebajarlas diría que he decidido marcarme unos límites infranqueables en pos de mi vida familiar. Desgraciadamente, en nuestro caso la situación se complica por los horarios que tiene mi marido con respecto a los míos. Él suele llegar a casa después de las 10 de la noche y muchos fines de semana también está ocupado. No obstante, hacemos lo que podemos. La asignatura pendiente que tengo (desde que me recuerdo, la verdad) es ser más condescendiente conmigo y dejar de exigirme estar al 100% en todos los ámbitos. Gracias por tus palabras y por tu apoyo. Me ha ayudado mucho todo lo que me has dicho 😘😘😘😘😘

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      • Me alegro muchísimo si te ha servido de ayuda!! Sigamos peleando día a día aunque a veces sintamos que no podemos más, que se nos va de las manos, que el caos nos traga…Lo importante es no rendirse y volver a recordarnos una y otra vez por qué y por quién hacemos las cosas. Un abrazo grande

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  2. Por cierto!! se me olvidaba!! Creo que eres una auténtica campeona y lo estás haciendo fenomenal. Cuentas con mi admiración. Sólo te falta permitirte ciertos cambios que te ayuden a llevar tu día a día con la tranquilidad y el bienestar que mereces. Un abrazo enorme

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  3. Esther dijo:

    esto es una publicación de 2015 y en pleno 2018 sigue siendo el centro de la vida de muchas mujeres, mujeres que tenemos miedo y no nos lanzamos a emprender, por todas y cada una de las razones que expones, yo,tambien jurista, no me he dedicado a la abogacía sino a la asesoría de una empresa, por suerte estoy por cuenta ajena, por desgracia cobrando la mitad que los auxiliares, dime cómo podemos hacer esta generación (tengo 28) para cumplir esos sueños que teníamos al comenzar esta aventura… y pasa un año y pasa otro… gracias por este post y gracias por dar voz a tantas mujeres, hoy que has salido en El País. Gracias de corazón.

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    • Hola Esther: desgraciadamente, no te puedo decir que las cosas hayan cambiado mucho. Si te puedo dar un consejo: perseverancia y lucha. Yo creo que se está iniciando una revolución, Y nosotras somos las protagonistas. Gracias por leer mi blog, y por comentar. Un fuerte abrazo, Compañera.

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