Una Historia de Violencia

De los creadores de Dejen las armas en el suelo y nadie saldrá herido (osea, yo misma), llega a las pantallas de su ordenador Una historia de violencia; un relato fiel y visceral de cómo el sentimiento de indignación se apodera de seres sin sombra de beligerancia y hace estallar en pedazos toda estabilidad o equilibrio emocional, ante la ausencia absoluta de sentido común que reina en las cabezas de algunos congéneres.

Hace unos días se me planteó la necesidad de llevar a cabo una gestión frente a una Administración Pública que hasta ese momento jamás había tenido que hacer.

Como quiera que una sabe más por diabla que por vieja, y tengo bien aprendido que en ciertas administraciones u organismos públicos se divierten haciéndole perder tiempo al ciudadano ignorante, decidí, antes de echarme un viaje que pudiera resultar baladí, extraer toda la información necesaria acerca de los trámites y procedimientos necesarios para llevar a buen puerto mi cometido.

Finalmente, tras un numero vergonzoso de llamadas de teléfono, pude obtener la información siguiente acerca de mi gestión: Tenía que acudir a la Agencia Tributaria; tenía que llevar conmigo una escritura notarial que obraba en mi poder y no hacía falta cita previa porque era un trámite sencillo que se limitaba a cumplimentar un formulario y a presentarlo en Registro del Ministerio (Delegación).

Con las ideas meridianas, esta mañana, tras 45 minutos de viaje en coche y 20 minutos andando hasta el centro, me planto en la Agencia Tributaria y pregunto en las mesas expresamente habilitadas para INFORMACIÓN:

  • Buenos días; vengo a realizar esta gestión.
  • Eso no es aquí.
  • Verá, me informé por teléfono y me dijeron que tenía que venir aquí.
  • No. Aquí no es. Tiene que ir a la Delegación de Hacienda.

consciente de que contestarían de esta forma, en su momento me previne de llamar a la Consejería para cercionarme de que esa gestión no la realizaban allí, y para dar más credibilidad a la información pregunté con qué cargo o empleado estaba hablando.

  1. Mire, ya estuve en la Consejería hablando con Fulanito (Aunque había hablado por teléfono dije que había estado para dar mayor gravedad a mi situación o, al menos, por si al verme embarazada, a la Señora expresamente habilitada para información, se le ablandaba el corazón imaginándome dando viajes de un sitio y a otro y despertaba su vocación de servicio público) y allí me dijeron que no se encargaban de esta gestión; que debía venir a hacerla a aquí.
  • Pues aquí no es. 

Visto que no funcionaba dar pena, fruncí el gesto y espeté:

  • Mire Usted, Señora, si ahora mismo salgo por esta puerta y ando durante otros 20 minutos para llegar a la consejería, y cuando llegue allí me indican que esta gestión he de realizarla en la Agencia Tributaria, voy a pedir hablar con quién sea preciso para informar de su falta de profesionalidad, así que, si no está segura al 300% de que en alguna de las dependencias de este organismo puede llevarse a cabo esta gestión, le pido que se informe convenientemente.
  • Pues sólo le puedo decir que suba a la primera planta y allí, tal vez, puedan decirle algo

Evidentemente no era la respuesta que deseaba, pero después de dos minutos tratando de comunicarme con un ser inerte, soñaba con vida más allá de la planta baja…

En la primera planta; en los 16 puestos de trabajo que se distribuían por la gran sala, pude divisar en una mesa a lo lejos, a un Señor. Me acerqué y reproduje, por segunda vez, mi consulta. El Señor, mucho más voluntarioso que la primera, parecía completamente desconcertado. Definitivamente no sabía de lo que le estaba hablando. Se interesó mucho (demasiado) por las razones que me llevaban a querer realizar el trámite por el que preguntaba y tuve que indicarle, con toda la amabilidad que la creciente zozobra que se generaba en mi interior me permitía, que esas cuestiones NO LE IMPORTABAN UN CARAJO.

Al final me remitió a la segunda planta y, yo, resignada ya a que tendría que pasear de sala en sala, hasta que diera con alguna de las selectas personas del gremio que son capaces de generar una solución, para allá que me fui.

Habían pasado 45 minutos desde que llegué y ya eran las 11:00 horas. PELIGRO DE MUERTE: Hora de desayunar para todos los funcionarios (no docentes o sanitarios) de este país; para todos. A la vez.

Efectivamente, en la segunda planta el silencio más absoluto revestía todo el enlucido blanco del mármol. Ni un alma, vamos. Esperé, junto a otro caballero con la misma cara de idiota que yo. Al cabo de 20 largos minutos, llegaron todos. Juntos. Entre risas y chascarrillos.

Por una educación de la que otros carecían, esperé a que entrarán en sus oficinas, miraran sus móviles y se sentaran en sus sillas antes de abordar a nadie. Una vez instalados me acerqué a una mesa y apunté:

  • Buenos días, quisiera hacerle una consulta.
  • La Señora, sin devolverme los buenos días, ni el trato de Usted y ni siquiera la mirada, me preguntó: Tienes número?
  • No
  • Pues entonces no podemos atenderte.
  • Puesto que a estas alturas my pussy was not for little lanterns, contraataqué: Mire; lo que deseo preguntar en primer lugar es si la gestión que vengo hacer, he de hacerla aquí, así que no voy a irme a por un número, ni voy a esperar durante otra hora para que Usted, asida a la respuesta más cómoda, me conteste que eso no se hace aquí, que, créame, lo hará; y tendré que discutirle. Tanto que la conversación se va a tornar incómoda; tanto que una de las dos tendrá que claudicar. Pero no seré yo. Se lo aseguro.

Me preguntó que necesitaba y reproduje por vez tercera mi cuestión. Como se veía venir de lejos, hubo de recurrir a otra compañera, con gesto de indignada derrota.

Me hicieron pasar a una nueva mesa, en la que reproduje, por cuarta vez,mi consulta y…  MILAGRO!!!

Al otro lado del mostrador VIDA INTELIGENTE. Una persona que escuchó,COMPLETAMENTE mi problema; me hizo preguntas y hasta razonó conmigo. No supo darme solución pero llamó por teléfono, buscó, pidió información y, finalmente, me acompañó a la tercera planta dónde pude llevar a término mi trámite. Hasta se interesó con el compañero en qué consistía el procedimiento por si volvía a presentársele el supuesto. Aunque suene extraño, un verdadero Oasis en el desierto.

Si han visto la película de RELATOS SALVAJES, comprenderán que a una le entren ganas de ser un poco Bombita; y si no la han visto, se la recomiendo. Merece la pena.

2 comentarios en “Una Historia de Violencia

  1. Ains, qué razón tienes!!!! Y cuánta paciencia, porque yo habría montado un pollo a la de tres y más con las hormonas disparadas del embarazo. Yo también en sufrido algunos momentos kafkianos con la administración pública, incluyendo la sanidad, de los que le dan ganas a una de comprarse un bazoka y liarse a tiros. En fin. Espero que por lo menos consiguieras hacer tu gestión!!!!

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