Los últimos tiempos : Septiembre 2015

A veces, sentarse a repasar la galería del móvil nos ayuda a reconciliarnos con la rutina. Yo disfruto de esta posibilidad que nos brindan las nuevas tecnologías de poder paralizar el tiempo y el espacio en un segundo, capturando imágenes que nos trasladan a experiencias vividas.

Aquí les dejo algunos retales de esa bendita rutina.

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Un paseo por la Calle Mayor de Caravaca de la Cruz

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Y una vuelta en coche..

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Tardes en el parque

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Paseos por las Fuentes del Marqués

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IMG_6345Visitas a la capital, y más parque

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Juergas en interio

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Y paseos en bici.

Visto así, no está nada mal.

Feliz Jueves!!

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EMBARAZO #2: PRIMER TRIMESTRE

Hace tiempo que vengo queriendo escribir acerca del primer trimestre del embarazo. Para ser más precisos, del primer trimestre de MI embarazo; pero la verdad es que hasta ahora, por “h” o por “b” (a mi madre le encanta esta expresión) no he podido. Entre que me falta tiempo y que, cuando lo tengo, me apremia la necesidad de desahogar mi frustración con la burocracia administrativa, me he metido en  la mitad del embarazo sin darme cuenta.

A modo de conclusión: El que inventó la expresión de que querer es poder andaba un poco perdido. No siempre querer es poder. No siempre; no en todo. Por más que en este momento quiero estar tumbada en una hamaca en las Bahamas con un daiquiri en la mano, oye! Que no puedo.

Pero finalmente aquí estoy (no en Las Bahamas), con la intención de desenterrar de mis recuerdos recientes cómo me sentí durante esos primeros meses de mi embarazo.

Como ya contara alguna vez, este embarazo está siendo sustancialmente diferente al primero. Igual de feliz pero notablemente menos entusiasta, menos consciente y mucho más cansado, y no tanto por lo que respecta a síntomas físicos (éstos la verdad es que me recuerdan mucho a los que me provocó mi primer embarazo), sino más bien en cuanto a mi actitud y, por su puesto, a las circunstancias en las que lo estoy viviendo.

En cuanto a mis primeros síntomas, mis pechos son los que me ponen en alerta. Están muy sensibles y siento una especie de picor/escozor en la zona de las areolas.

Pero sin lugar a dudas el signo inequívoco y absolutamente insoportable que me confirma mi situación gestante es el CANSANCIO EXTREMO. Agotamiento superlativo;  extenuación total. No estoy exagerando en absoluto. No sé si a las demás les pasará algo similar, pero yo, durante los tres primeros meses de embarazo, ando arrastrándome por la vida.

Pasada una hora y media o dos desde que me levanto de la cama por la mañana, se apodera de mí un sueño invencible.

Tanto en mi primer embarazo como en éste he estado trabajando para mí misma, por lo que he intentado llevar un ritmo lo más parecido posible al de costumbre. Creo que lo he conseguido, no sin daños colaterales.

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Sin embargo, con mi primer embarazo, cuando llegaba a casa a medio día comía junto a mi marido haciendo grandes esfuerzos por mantener los ojos abiertos y, después, me acostaba a dormir en la tranquilidad de mi hogar de dos… Me estremezco de placer de recordarlo, en serio.

Con este embarazo el cuento ha cambiado bastante. Después del trabajo tengo que recoger a mi hijo, llegar a casa, preparar la comida, dormir a mi hijo (sí, mi hijo jamás de los jamases se ha dormido solo). Después de comer tocaba recoger; los platos, las ropas… Sólo algunos días, con un poco de suerte, podía rascarle 20 minutos a la siesta antes de que el Leñador se levantase vociferando MAMÁ!!. Por supuesto, aquellos días en los que madre o suegra nos acogían en su mesa, aprovechaba para dormir con la puerta cerrada a cal y canto, y dejar que las abuelas atendieran a la fiera.

Del mismo modo, en mi anterior embarazo, tras mi jornada laboral vespertina, cenaba sin que nadie me robara las verduras del plato para esclafarlas por el suelo y, después de unos minutos de pacífica lectura, me dejaba llevar por el sueño más placentero.

En esta ocasión, el tiempo de mi recreo empieza una vez que el Leñador ha perdido la batalla al sueño (todas las noches tienen una lucha encarnizada), y he conseguido que mi casa no parezca recién asaltada por una banda callejera.

La verdad es que, en este sentido, si tuviera que darles algún consejo sería: DESCANSEN TODO LO QUE PUEDAN. No se hagan las valientes; dejen la casa correr. Si tiene un poco de polvo, ya lo quitarán cuando tengan más tiempo y alguna ayuda (en mi caso, aprovechaba más los fines de semana en que estaba el de los 70  para ayudarme y las abuelas para quedarse con el nene).

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Otra cosa son las temidas náuseas. La verdad es que las he acusado mucho más en este embarazo que en el anterior. Primero porque con el Leñador se esfumaron a la semana 10-11. Como por arte de magia. Por el contrario, con esta Señorita aún tengo días en que me siento como recién bajada de una atracción ferial. En segundo lugar, porque especialmente hasta la semana 15 o 16 no me las he quitado de encima en todo el día: Por la mañana, por la tarde… Hasta me despertaba a veces en mitad de la noche para volar hasta el baño.

La mayoría de personas en esta situación me aconsejaba comer “algo” cuando las sentía, pero era peor el remedio que la enfermedad: Yo en el embarazo NO SE COMER ALGO. Yo en el embarazo como hasta que agoto el espacio de mi aparato digestivo; como tanto que después de comer me encuentro mucho peor. No miento; yo sólo evitaba las náuseas cuando estaba comiendo, en gerundio; mientras estaba saboreando los deliciosos alimentos que engullía. En cuanto terminaba, hinchada y sobrealimentada, tenía un espantoso dolor estomacal.

En esto, como en todo, he intentado aprender algo y, si a alguna de ustedes les sucede lo mismo, les animo a que no desesperen y traten de poner en práctica lo de las muchas comidas poco cuantiosas. Yo lo he conseguido en gran medida. Por las mañanas desayunaba y almorzaba (algunos días, dos veces), a medio día trataba de limitar la comida que ponía en el plato (soy consciente de que no tengo voluntad para poner punto y final si la comida está en el plato, pero si no lo está, me intimida traspasar la barrera de “repetir”) y la acompañaba con fruta o yogourth para tener más sensación de satisfacción. Merienda y cena temprana, por si antes de acostarse era necesario recurrir a la infusión, la leche o la pieza de fruta.

Además del cómo, está el qué y si, como pueden adivinar, no soy ejemplo a seguir  en muchos aspectos de cuidado personal, en lo que respecta a la buena alimentación no tengo (casi) nada que reprocharme. Y no es que me esfuerce; es que con el embarazo y la lactancia me vuelvo un poco ortoréxica. Evidentemente no se convierte en una obsesión ni nada por el estilo, pero siento el deseo de alimentarme bien: Comer mucha verdura (sobre todo en las cenas), muchísima fruta, beber mucha agua, comer pescado, carne… Apenas doy cabida a la comida basura y el dulce no está entre mis deseos o antojos.  A mi me tienen ganada los berberechos y los encurtidos… Totalmente (modo salivando «on»).

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Harina de otro costal es el aspecto emocional. Todo el mundo sabe que el embarazo supone una revolución hormonal sin precedentes. Sin duda, así es. Pero en mi caso, si el anterior embarazo me colocó al borde de la bipolaridad (llantos, risas, histerias, muchos enfados, inseguridades varias…) en éste, he adoptado una actitud mucho más ZEN.

Apenas me puedo creer que haya desarrollado las dosis de paciencia que empleo con mi hijo y con el de los 70´(que, en muchas ocasiones, parece más mi hijo que mi hijo). Pero, especialmente, no me puedo creer la paciencia que tengo conmigo misma.

Por supuesto no me resisto a la sensibilidad extrema y, sinceramente, no veo las noticias porque termino llorando y hasta no consigo conciliar el sueño.

Como seguramente las no mamás que hayan sido tan amables como para leerme, estarán replanteándose todos sus deseos relacionados con la procreación, les diré que, por otra parte, pese a todas las molestias y las incomodidades (que son muchas, al menos en mi caso), el estado emocional que provoca la conciencia de estar gestando a tu hijo no tiene parangón. Es único, revelador y muy emocionante.

Además, bien asentada ya en el segundo trimestre, el prisma cambia sustancialmente… Todo es mucho mejor… Ya les contaré.

Una Historia de Violencia

De los creadores de Dejen las armas en el suelo y nadie saldrá herido (osea, yo misma), llega a las pantallas de su ordenador Una historia de violencia; un relato fiel y visceral de cómo el sentimiento de indignación se apodera de seres sin sombra de beligerancia y hace estallar en pedazos toda estabilidad o equilibrio emocional, ante la ausencia absoluta de sentido común que reina en las cabezas de algunos congéneres.

Hace unos días se me planteó la necesidad de llevar a cabo una gestión frente a una Administración Pública que hasta ese momento jamás había tenido que hacer.

Como quiera que una sabe más por diabla que por vieja, y tengo bien aprendido que en ciertas administraciones u organismos públicos se divierten haciéndole perder tiempo al ciudadano ignorante, decidí, antes de echarme un viaje que pudiera resultar baladí, extraer toda la información necesaria acerca de los trámites y procedimientos necesarios para llevar a buen puerto mi cometido.

Finalmente, tras un numero vergonzoso de llamadas de teléfono, pude obtener la información siguiente acerca de mi gestión: Tenía que acudir a la Agencia Tributaria; tenía que llevar conmigo una escritura notarial que obraba en mi poder y no hacía falta cita previa porque era un trámite sencillo que se limitaba a cumplimentar un formulario y a presentarlo en Registro del Ministerio (Delegación).

Con las ideas meridianas, esta mañana, tras 45 minutos de viaje en coche y 20 minutos andando hasta el centro, me planto en la Agencia Tributaria y pregunto en las mesas expresamente habilitadas para INFORMACIÓN:

  • Buenos días; vengo a realizar esta gestión.
  • Eso no es aquí.
  • Verá, me informé por teléfono y me dijeron que tenía que venir aquí.
  • No. Aquí no es. Tiene que ir a la Delegación de Hacienda.

consciente de que contestarían de esta forma, en su momento me previne de llamar a la Consejería para cercionarme de que esa gestión no la realizaban allí, y para dar más credibilidad a la información pregunté con qué cargo o empleado estaba hablando.

  1. Mire, ya estuve en la Consejería hablando con Fulanito (Aunque había hablado por teléfono dije que había estado para dar mayor gravedad a mi situación o, al menos, por si al verme embarazada, a la Señora expresamente habilitada para información, se le ablandaba el corazón imaginándome dando viajes de un sitio y a otro y despertaba su vocación de servicio público) y allí me dijeron que no se encargaban de esta gestión; que debía venir a hacerla a aquí.
  • Pues aquí no es. 

Visto que no funcionaba dar pena, fruncí el gesto y espeté:

  • Mire Usted, Señora, si ahora mismo salgo por esta puerta y ando durante otros 20 minutos para llegar a la consejería, y cuando llegue allí me indican que esta gestión he de realizarla en la Agencia Tributaria, voy a pedir hablar con quién sea preciso para informar de su falta de profesionalidad, así que, si no está segura al 300% de que en alguna de las dependencias de este organismo puede llevarse a cabo esta gestión, le pido que se informe convenientemente.
  • Pues sólo le puedo decir que suba a la primera planta y allí, tal vez, puedan decirle algo

Evidentemente no era la respuesta que deseaba, pero después de dos minutos tratando de comunicarme con un ser inerte, soñaba con vida más allá de la planta baja…

En la primera planta; en los 16 puestos de trabajo que se distribuían por la gran sala, pude divisar en una mesa a lo lejos, a un Señor. Me acerqué y reproduje, por segunda vez, mi consulta. El Señor, mucho más voluntarioso que la primera, parecía completamente desconcertado. Definitivamente no sabía de lo que le estaba hablando. Se interesó mucho (demasiado) por las razones que me llevaban a querer realizar el trámite por el que preguntaba y tuve que indicarle, con toda la amabilidad que la creciente zozobra que se generaba en mi interior me permitía, que esas cuestiones NO LE IMPORTABAN UN CARAJO.

Al final me remitió a la segunda planta y, yo, resignada ya a que tendría que pasear de sala en sala, hasta que diera con alguna de las selectas personas del gremio que son capaces de generar una solución, para allá que me fui.

Habían pasado 45 minutos desde que llegué y ya eran las 11:00 horas. PELIGRO DE MUERTE: Hora de desayunar para todos los funcionarios (no docentes o sanitarios) de este país; para todos. A la vez.

Efectivamente, en la segunda planta el silencio más absoluto revestía todo el enlucido blanco del mármol. Ni un alma, vamos. Esperé, junto a otro caballero con la misma cara de idiota que yo. Al cabo de 20 largos minutos, llegaron todos. Juntos. Entre risas y chascarrillos.

Por una educación de la que otros carecían, esperé a que entrarán en sus oficinas, miraran sus móviles y se sentaran en sus sillas antes de abordar a nadie. Una vez instalados me acerqué a una mesa y apunté:

  • Buenos días, quisiera hacerle una consulta.
  • La Señora, sin devolverme los buenos días, ni el trato de Usted y ni siquiera la mirada, me preguntó: Tienes número?
  • No
  • Pues entonces no podemos atenderte.
  • Puesto que a estas alturas my pussy was not for little lanterns, contraataqué: Mire; lo que deseo preguntar en primer lugar es si la gestión que vengo hacer, he de hacerla aquí, así que no voy a irme a por un número, ni voy a esperar durante otra hora para que Usted, asida a la respuesta más cómoda, me conteste que eso no se hace aquí, que, créame, lo hará; y tendré que discutirle. Tanto que la conversación se va a tornar incómoda; tanto que una de las dos tendrá que claudicar. Pero no seré yo. Se lo aseguro.

Me preguntó que necesitaba y reproduje por vez tercera mi cuestión. Como se veía venir de lejos, hubo de recurrir a otra compañera, con gesto de indignada derrota.

Me hicieron pasar a una nueva mesa, en la que reproduje, por cuarta vez,mi consulta y…  MILAGRO!!!

Al otro lado del mostrador VIDA INTELIGENTE. Una persona que escuchó,COMPLETAMENTE mi problema; me hizo preguntas y hasta razonó conmigo. No supo darme solución pero llamó por teléfono, buscó, pidió información y, finalmente, me acompañó a la tercera planta dónde pude llevar a término mi trámite. Hasta se interesó con el compañero en qué consistía el procedimiento por si volvía a presentársele el supuesto. Aunque suene extraño, un verdadero Oasis en el desierto.

Si han visto la película de RELATOS SALVAJES, comprenderán que a una le entren ganas de ser un poco Bombita; y si no la han visto, se la recomiendo. Merece la pena.

PD: Te quiero

Antes de que huyan despavoridos de este blog, déjenme decirles que no pienso hacer una reseña sobre la peli de LaGravenese. Aunque, ya que lo he mencionado, no me resisto a contarles que me incomodan las películas que falsean las respuestas emocionales humanas a los acontecimientos vitales de gran impacto, endulzándolas con elementos cómicos (como amigas feas y graciosas), ambientes navideños o de Acción de Gracias (con niños cantando villancicos), o una historia de amor forzada e innecesaria (a muchos les parece que las mujeres, especialmente, no podremos reponernos del todo de las circunstancias trágicas de nuestra existencia si no conocemos a un hombre muy hombre).

No. En este post quiero pedir perdón y hacer una declaración de amor.

Y, aquí está:

Te pido perdón por todas las veces en que te he mostrado mi desprecio como si no valieras nada.

Siento haberte culpado en tantas ocasiones de mis miedos e inseguridades. Siento haberte señalado con el dedo pidiéndote explicaciones y haberte deseado cambiar por otro, casi cada día. Siento haberte mirado unas veces con furia y otras con pena sin apreciar tu asombrosa capacidad; tu valía y tu inestimable ayuda en cada instante de mi vida.

Durante varios años no quería saber mucho de tí y, cuando me encontraba contigo de frente, sólo era capaz de vilipendiarte y maldecirte. Tan enfadada llegué a estar contigo que no dudé en maltratarte y ultrajarte.

Aunque esa reacción no me duró demasiado y, en cierta manera te acepté (incluso alguna vez me sorprendí estimándote) nunca he sido del todo justa contigo.

Y un día, tú, con toda la humildad del mundo, te me descubriste ante los ojos transformándote y, de una forma asombrosa, fascinante, me brindaste regalos de incalculable valor. Te convertiste en parte decisiva de mi proyecto más ambicioso; del más difícil.

Y, a partir de ese momento, caí en la cuenta de que debía y quería cuidarte sin exigirte, y que era más importante valorarte que venerarte o ensalzarte. Me enseñaste tus verdaderas utilidades y me maravillé con tus destrezas.

Te ensanchaste y creciste para darle cabida a nuestro hijo; creaste un mecanismo para alimentarlo mientras él aún no podía comer, y levantaste un lazo de piel y celúlas entre él y yo. Te preparaste para alumbrarle y te abriste, te desgarraste y, aún así volviste (casi) a la normalidad.

Antes de que el Leñador abriera los ojos, habías creado su alimento y lo hacías brotar como un resorte al sonido de su llanto, al olor de su piel o si te conmovías con su sonrisa.

Y mira que sigues sin gustarme del todo. Incluso menos que cuando tanto te odiaba… Cada año que pasa me descubres nuevas miserias y deficiencias; taras y daños.

Ya no es sólo que los pechos no estén tulgentes y hayan cedido a la fuerza de la gravedad, ni que el vientre haya perdido firmeza y los muslos se me junten cada vez más en su nacimiento. Ya no es sólo que cuando me río los ojos se me arruguen. Resulta que también tengo joroba, y varices, y callos, y durezas en los pies y se me cae el pelo, y bajo el cuello piel flácida… Y miles de cosas más que sabes que no me gustan.

Y no te engaño ni me engaño: Me encanta mi cuerpo y mi imagen; me encanta mi físico.. Sabrías que no es verdad… No te has caído de un guindo. Eres consciente de que cambiaría mi culo por el de Giselle Bundchen sin pestañear; que me gustaría tener el pelo de Jessica Chanstain, los ojos de Angelina Jolie o los labios de Scarlet Johansson.

Pero contigo aprendí que no se trata de eso.. Sino de atender a tus prodigiosas ocupaciones. Ahora casi todos los días comprendo que tus fines son otros más altos que los de gustarme y gustar a nadie y, por todo lo que haces, por todo lo que eres, te quiero incluso aún con las miserias que me muestras.  Y, aunque me ocupo sin preocuparme de sacar el máximo rendimiento a tu aspecto, de que luzcas bonito; no me olvido de quién eres.

Y hoy por hoy vuelves a ensancharte y a crecer, y volverás a abrirte y desgarrarte, y seguramente, cuando termines el proceso, todavía me descubras más de tus sombras, de tus lacras y de tus vicios, pero serán ya dos los que me hablarán de tus proezas.

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LA TORRE DE BABEL

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  • Buenas tardes flooor!! Escucha:
  • Dime hermosa
  • Esta tarde estaremos en tu ciudad… Nos vemos, ¿no?
  • ¡Ay qué bien! ¡Qué ilusión! ¿A qué hora venís?
  • Pues llegaremos sobre las 19.30.
  • Vale, perfecto, a esa hora podríamos vernos…
  • A esa hora ya hemos quedado, terminaremos en una hora o así…
  • Mmm… Vale… Es que si os desocupáis sobre las 20:30 o las 21:00 se me complica un poco porque el peque se acuesta sobre las 21.30 horas.
  • ¡Sin problema! Nos vemos sobre las 20:30 y nos tomamos algo y después, cuando acuestes al crío seguimos (emoticonos de guiños).
  • Bueno, la verdad es que a las 20:30 tengo que empezar a hacerle la cena y después tengo que bañarlo…
  • Muy bien, no te preocupes. Vamos a tu casa cuando terminemos y nos pones cualquier cosa de picar. ¡Me llevo musicote!
  • (SUSPIRO PROFUNDO) mmm, mira, la verdad es que durante la hora antes de irse a la cama estoy muy liada con él, porque estoy sola y tengo que darle la cena, baño… Ya sabes que es un niño complicado para dormir, me cuesta un rato de cuentos y canciones al lado de su cuna. Ojalá lo hubiera sabido antes… Habría tratado de encontrar a alguien que se quedara con él un rato.
  • No problem. Cuando terminemos nos vamos a tu casa y nos llevamos unos litros de cerveza y unas pizzas y nos las comemos allí.
  • Si te parece bien, hacemos lo siguiente: Cuando terminéis, vaís a por las pizzas y la bebida y daís un paseo; te doy un toque al móvil cuando el nene se haya dormido y os venís para casa… Es que si os ve llegar a ocho mozas como a vosotras, te aseguro que no va a haber manera de llevarlo a la cama…
  • Bien, bien… No tenemos prisa.. No tenemos que madrugar!!
  • (Los temblores se apoderan de mi cuerpo exhausto). Bueno, nosotros estamos bastante agotados y tengo que levantarme a las 6.30 am así que tampoco podré alargar mucho..
  • ¡No te preocupes, mujer! Cuando tengas que echarnos, nos echas…
  • Bien; estupendo… Aquí os espero.

A estas alturas los suspiros se han convertido en taquicardia y me hallo hiperventilando…

Para cuando llegan mis amigas, estilosas como ellas solas, con sus faldas midi y sus cinturones apretados; sus coletas altas; sus uñas de los pies pintadas en tono frambuesa y su olor a tendencia, me encuentro enfundada en una camiseta del de los 70´, de la década de los 90´, con el pelo recogido en lo que pretende ser una coleta e incrustaciones ojerosas bajo los ojos.

Mis amigas entran a casa con una vitalidad que, de dos años a esta parte, a mí se me agota a las 19:00 horas de la tarde…  En contraposición, a las 8:00 am de la mañana, soy capaz de cualquier cosa…

He hecho el esfuerzo para preparar una mesa con algo para picar y los vasos más modernos que tengo.

La cena discurre entre risas y anécdotas graciosas. Doy gracias al cielo de que El Leñador duerme y he escuchado la historia del tío con el que se lió mi amiga la trotamundos enterita; sin perder detalle… Tan entusiasmada estoy que en cuanto salgan por la puerta me apunto los detalles principales en las notas del I Phone, no vaya a ser que entre pañales que comprar, citas al pediatra y al matrón y plazos procesales, se me olvide algún dato importante y en la próxima conversación vuelva a parecer lo pesada y poco cool que acostumbro, preguntando todo el tiempo… ¿Pero eso qué es? ¿Cuándo ha pasado? ¿Quién es?…. ¿Cómo os llamáis…?!!

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Me lo estoy pasando rebien cuando, en un viaje a la cocina para rellenar los vasos de cerveza, miro el amenazante reloj que cuelga de la pared y, mientras el minutero coincide con la aguja de la hora en el número 12, se escucha una voz distorsionada (que, no me pregunten por qué, parece la de mi madre) que resuena diciendo: Mañana a las 6.30 am, cuando tengas que levantarte para meterte 160 Km en el cuerpo no te va a parecer tan graciosa la historia de cuando emulaste el baile enterito de Grease en un bar de Almería, allá por el año 2005.

Vuelvo al salón como el que ha visto un fantasma. Asustada, pero incapaz de contarle a esas mujeres, preciosas, risueñas y vitales las razones de mis temores más profundos, a sabiendas de que, pese a que emplearían en ello toda su empatía y su cariño (que es mucho) no comprenderán del todo el debate emocional que se libra en mi interior. A partir de este momento, ya no soy la misma. Las historias hilarantes las empiezo a escuchar como si provinieran de la mesa contigua del restaurante, y en mi cabeza se agolpan las llamadas por hacer, los despertares nocturnos a darle agua al Leñador y el sonido de la alarma a las 6.30 de la mañana que ya casi acierta a decir: Date prisa, no hay tiempo que perder!.

El de los 70´, que me tiene bastante calada y tiene más fuerza de voluntad que yo, se arma de coraje y, con la simpatía que le caracteriza, espeta: Chicas, ha sido un placer pero creo que tenemos que ir despidiendo la velada, o mañana nos veremos obligados a declararnos en huelga de actividad.

La felicidad inunda mi espíritu. Abro los ojos y se dibuja en mi rostro decrépito una sonrisa de puro confort! Gracias, mi hombre. Gracias.

Despido a mis amigas, que se muestran absolutamente   deliciosas y comprensivas, con un sabor agridulce: Feliz de haberlas podido disfrutar por un tiempo, pero contrariada por no poderme reencarnar en la que era hace 5 años; en la de los bailes de Grease y las imitaciones de David Bisbal.

Reflexiono en la cama y descubro que aunque algunas cosas han cambiado, y mucho; de vez en cuando (aunque sea muy de vez en cuando) aún puedo bailar “La Gozadera” y partirme de risa con mi amiga la futbolista; maravillarme con las historias de mi amiga la trotamundos; envidiar la vida sana de mi amiga la triatleta; preguntar como una posesa a mi amiga la fashionista dónde ha comprado esos pantalones palazzo tan divinos que, probablemente, yo no pueda ponerme en otros dos años; asombrarme con la capacidad productiva de mi amiga la actriz; debatir vehementemente con mi amiga la informática; endulzarme con las historias prematrimoniales de mi amiga la que se casa, y hablar de tíos buenos con la crack durante horas…

Y atesoro esos momentos en mi cabeza y en mi corazón como puntales que mantienen en pie uno de los aspectos esenciales de mi vida y de mi personalidad, que es su amistad; esa que tanto aprecio.

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raquel y Ariadna en Music

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Y, de repente, despierto de las ensoñaciones de fraternidad al grito de: Mamaaaaaaaá Aguaaaaaaaa!! Y me sonrío por dentro de escuchar tan clara la realidad de mi día a día…