Vacaciones 2015 

A mi el síndrome post vacacional me sorprende a mediados de Septiembre; justo después de que los días de mar y ociosidad parezcan quedar lejos, y antes de que se perciban cercanas las Fiestas Navideñas.

Aprovecho por eso ahora, que con el subidón de la vuelta a los días ordenados, aún no he entrado en la desesperación de la cuenta atrás, para hacer un repaso por nuestras vacaciones.

Por otro lado, saboreando aún la victoria de haber superado el reto con un terremoto de año y medio, y por si para alguien fuera de utilidad, voy a permitirme contarles los recursos o fórmulas que han hecho que funcione.

Supongo que las madres múltiples estarán pensando que pobre diabla de mí… No tengo ni idea de lo que son unas vacaciones con niños… Y en el inmenso respeto y absoluta admiración que les proceso… Les contestaré: No!!! Esa es la verdad!! Por eso les ruego, háganme partícipe de sus infinitas sabidurías…

Agradecería mucho cualquier comentario con trucos que pueda poner en marcha cuando llegue la pequeña.
Dicho ésto comenzaré con el primer destino de nuestras vacaciones y con el primer truco.

Pasamos unos días en la casa de la playa de un familiar, con gran parte de la familia. El secreto del éxito aquí, es más que efectivo y realmente cómodo: Familia!!!

Todos se rifaban estar con el peque así que yo pude trabajar (así de autónoma pringada es una) y hasta dormirme un par de siestas.

Todo el mundo sabe que las vacaciones en familia implican poco espacio, mucho ruido pero comidas estupendas y montones de risas.
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Después de esos días estupendos en los que podía fingir por ratos que el Leñador no me tocaba nada, nos quedábamos, marido y yo, solos ante el peligro, y poníamos rumbo a Benalmádena.

La primera empresa que se nos planteaba era un viaje en coche de 3 horas y media; con sus 210 minutos y sus más de 5.000 segundos con un niño que detesta cualquier restricción de su movilidad que se prolongue por más de unos 10 segundos.

Como lo cierto es que siempre andamos de aquí para allá, a lo de los viajes en coche le vamos cogiendo el truco…

Cuando vamos a hacer un viaje más o menos largo (de más de una hora) tratamos de hacerlo coincidir con horas en las que Raúl tiene sueño para que duerma durante el trayecto. Como nuestro hijo no suele dormir más de 1:30 o 2 horas en el mejor de los casos, si el viaje es más largo (como sucedía en esta ocasión) el resto del tiempo en el que está despierto, conseguimos tenerlo entretenido con el «veo, veo», los túneles y los puentes de las carreteras y los cuentos ñoños que me invento con las palabras nuevas que Raúl va aprendiendo y que captan su atención… (Algún día les hablaré de esos cuentos que voy inventando).

Cuando el viaje no es tan lago y pretendemos que el Leñador permanezca despierto; nos aseguramos de que esté bien descansado y a los recursos de los cuentos, el «veo veo» y los túneles, añadimos algunas galletas o un zumo.

Desde luego como con los niños no hay reglas escrita y su estado de ánimo se hace depender de tantos factores, no siempre nos sale igual y en algunos viajes nos toca aguantar que llore, y mucho.

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Superado el drama del viaje; en lo que a la estancia respecta, estoy empezando a confirmar lo que, desde que el Leñador nació, ha sido una intuición: Para aprovechar el tiempo cuando tienes hijos y evitar pasar el día luchando, la clave está en la ORGANIZACIÓN.

Sí, Señores  y Señoras, deben organizarse; establecer ciertas reglas y pautas generales o esquemáticas. Ésto, por supuesto, debe ser el punto de partida, porque la contrapartida a las ventajas de la organización, está en la necesidad de ser FLEXIBLE.

Parece contradictorio, pero no lo es en absoluto. Creo que la vida con hijos se hace mucho más cómoda con una buena organización; si bien esa organización no debe estar constituida de reglas fijas e inamovibles porque, generalmente, no se cumplirán en los términos previstos, lo que podría generar frustraciones. Por el contrario, se trata de planificar una hoja de ruta que incluya horarios con margen de error de al menos una hora por exceso y por defecto; objetivos y prioridades.

Siguiendo este mantra, la semana antes de nuestro viaje planeé las rutas y excursiones que queríamos hacer así como los menús de comida y cena para toda la semana.

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Nos alojamos en un apartamento. La verdad es que me parece que una casa particular ofrece más intimidad y mayor flexibilidad que un hotel; y generalmente intentamos que la vivienda disponga de algún servicio que resulte atractivo para el peque (piscina, jardín…). En este caso tenía una terraza muy grande en la que Raúl pudo correr y jugar y en la que colocamos una piscina hinchable.

Lo primero que hicimos al llegar fue ir a hacer la compra, a la vista de los menús que habíamos organizado.

A nosotros nos parece una buena idea para viajar con el peque tener tiempo para estar en casa y permitirle mantener, en alguna medida, sus rutinas; y pensamos que un buen momento para esa paz y descanso es el de las comidas; de modo que solíamos desayunar en casa antes de embarcarnos en una excursión y volver hacia medio día. Después de comer descansar durante algún rato y salir nuevamente hasta la hora de la cena.

En esta ocasión, durante la mañana acometíamos los planes que exigían menor movilidad geográfica (como ir a la playa o a lugares de interés cercanos), y por las tardes cogíamos el coche o el transporte público para ver otros pueblos o ciudades.

Como he dicho antes, estas reglas no deben ser demasiado estrictas y nosotros aprovechábamos momentos en los que el leñador parecía contento y no estaba cansado para quedarnos a comer o a cenar algo en los lugares que visitábamos.

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El destino que escogimos ofrecía, además, muchas posibilidades para los niños. Pudimos visitar un delfinario; un acuario, zoologico, parques varios, un parque de atracciones…

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También pudimos volar la cometa!

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Mientras todos miraban el espectáculo de delfines, el leñador bailaba…

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Me siento pletórica pudiendo proclamar que al final todo salió estupendamente. Los tres lo pasamos genial… Los animalejos y las atracciones entusiasmaron a Raúl (padre) y también al Leñador que, por lo demás, mantuvo en cierta medida sus rutinas, lo que también nos permitía a nosotros descansar. Además, afortunadamente, solía dormir bastante bien por la noche… Me temo que porque lo fundíamos literalmente.

Definitivamente, las vacaciones con niños son muy distintas a las que se disfrutan cuando se va sin ellos, pero a mi me han gustado tanto que estoy deseando repetir la experiencia!!

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