No se qué tendrá la ecografía de las 12 semanas que me deja como si me hubiera metido entre pecho y espalda 5 chupitos de Jägermeister.
Recuerdo el momento en que me enteré de que estaba embarazada de nuevo. Empezaba a intuirlo aunque apenas tenía un retraso de un par de días, porque me encontraba bastante abatida y extremadamente sensible, así que fui a la farmacia y compré un test casero de embarazo.
No quise decirle nada al de los 70´. No estoy segura de si tenía miedo a que la idea le ilusionara y, finalmente quedase en falsa alarma y astenia primaveral, o todo lo contrario; que no le entusiasmara en absoluto convertirse en padre por segunda vez…(sobre todo teniendo en cuenta que aún arrastramos faltas de sueño que matemáticamente se han convertido en irrecuperables, salvo que la ciencia logre aumentarle unos 20 años más a la esperanza de vida de occidentales del montón…)
El caso es que me lo callé. Compré el test una tarde de Miércoles y decidí esperar un par de días para garantizar su fiabilidad. La espera me duró hasta el Jueves por la mañana; concretamente hasta las 6:00 am – No sé guardar un secreto (a no ser que sea de los íntimos y privados, en ese caso me vuelvo TutanKamón, o que pertenezca a la esfera profesional, ahí soy puro silencio, como Bisbal) ni disimular una sorpresa o fingir en una broma colectiva.
Me levanté sigilosamente hasta el baño y tras el pipí, esperé con impaciencia los 30 segundos que tarda el chisme en desvelarte la incógnita. En serio, no sé por qué en las películas lo convierten en una interminable espera en la que los progenitores se pelean, se reconcilian y se vuelven a pelear… En menos de 30 segundos el «líquido» empieza a reptar por el aparatejo y, al punto, se puede intuir si la segunda rayita va tomando color.
Cuando lo confirmé, entré en la habitación y le rasqué un pie al de los 70´que remoloneó un poco pero reaccionó rápido al verme inmóvil a los pies de la cama con el gesto retorcido, expectante y contenido; sin saber si llorar o reir o gritar o correr…Ignorante del todo preguntó con voz gangosa y los ojos entornados -¿Qué pasa?- y, susurrando, contesté: – Estoy embarazada, hombre de los 70´-(en realidad lo llamé por su nombre; es una licencia literaria). En estado de seminconsciencia pegó un salto de la cama y me abrazó durante un segundo. Después comenzó un baile muy gracioso y ortopédico que me encantaría describir con más detalle pero que no puedo porque condenaría esta entrada a la censura más despiadada.
Parece un momento bonito, ¿verdad?
Pues desde ese día hasta hoy mismo mi segund@ hij@ desapareció prácticamente de nuestras vidas y nos recordaba su temprana existencia únicamente con las náuseas espantosas que me acompañaban todo el día; el cansancio extremo que se apoderaba de mi después de comer y una bipolaridad afectivo-emocional que me tenía tan pronto cantando a la vida como sumida en la desesperanza más profunda…
Para ser sincera, hasta hoy, en el fondo de mi ser me preguntaba si sería capaz de querer a un niñ@ que venía sin ser inesperado pero que nos pillaba por sorpresa… Recuerdo que con el Leñador los 9 meses fueron como ir saltando por un paisaje campestre con una cesta de mimbre y un cielo muy azul… Me acariciaba la panza a todas horas, planeábamos y fantaseábamos con nuestro retoño; todos, propios y ajenos se interesaban por mi salud y la del primogénito… Les diré que incluso ayer, después de haberlo tenido que recordar como 20 veces, aún el de los 70´había olvidado que hoy nos tocaba la ecografía del primer trimestre…
Ni miraba escaparates de bebé ni leía en internet sobre el toxoplasma gondii, ni buscaba blogs de embarazadas, ni me empollaba en qué consistía el método montessori.… Pobre criatura!!
Hasta hoy.
Hasta ese momento en que en la consulta de tocología me han puesto el «brazo» del ecógrafo viscoso sobre el vientre y se han dibujado en la pantalla, perfectamente definidos, una cabeza, un tronco, unos brazos y unas piernitas que se movían en círculos… El ginecólogo ha conectado el sonido y, de repente, el estruendo fuerte y decidido, constante y vital del corazón de nuestro bebé latiendo: Toc Toc Toc Toc… No he podido contener las lágrimas… Asombrosamente las mismas, igual de intensas, que las que me sorprendían hace unos dos años cuando el que estaba ahí era el Leñador.
Y la verdad es que no hay otra ecografía (ni siquiera la de 3d en que ves a tu hijo como hecho en cera) que me cause mayor emoción que ésta. Me hace caer en la cuenta de que lo que estoy albergando es, o será mi bebé…
Nos han confirmado que todo parece ir en orden y esa es la mejor noticia.
Me temo que para saber el sexo del susodicho aún tendremos que esperar un poco, así que, ánimo, hagan sus apuestas!!!
Habrá que añadir unas nuevas…
Si, es casi al tercer mes cuando uno toma conciencia de la realidad, cuando el médico te dice que todo esta bien y que todo esta dentro de la normalidad entonces es cuando realmente te das cuenta de la situación. Ahora sueñas, piensas más aún en futuro, sobre todo si es el segundo y ya con el tercero ni te cuento, con este es que cuando te das cuenta es prácticamente cuando nace, claro ya eres expert@ en la materia y te confías más.
mi apuesta o mejor dicho mi deseo debería ser que como ya tienes un leñador ahora toca una princesita pero he de decirte que cuando le ves la cara por primera vez y todo esta bien piensas independientemente del sexo que tenga que es@ es lo que quieres, te lo digo por experiencia.
así que no valen de mucho las apuestas vale la realidad.
me alegro como dicen los jóvenes de hoy (mogollón )que todo siga bien.
así que deberías pensar nombres de los dos sexos, aunque supongo que ya lo habrás hecho porque eso se hace el segundo día desde que te enteras.
unos besos para todos .
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Jeje… Tienes mucha razón Ginés. Los nombres los tenemos bastante claros: Manuel o Manuela… No podía ser de otra forma. Ojalá él pudiera vivir ésto junto a nosotros
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