Como decía Elvis: Viva el vino, viva el dinero y viva el amor…
Casi se me pasan las vacaciones sin terminar de contarles nuestro idílica estancia en tierra Toscana.
En Julio a todos los Juzgados les da por notificar emplazamientos y señalar vistas, y una servidora arranca un sprint sin precedentes con el único y noble objetivo de tener un Agosto relativamente tranquilo.
Todo lo tranquilo que me deje mi preñez que, a juzgar por el volumen de mi barriga, parece estar en su ecuador cuando aún no hemos abandonado el tedio del primer trimestre. Ya les contaré sobre eso cuando ya no me queden recuerdos maravillosos con los que engañar el hastío.
Como no quiero cansarles en exceso con palabrería, y tampoco tengo la capacidad descriptiva de Homero, dejaré que sean las imágenes las que les lleven por los campos y paisajes, por viñedos y cantinas, por ciudades y catedrales, y les hagan suspirar, envidiar o soñar, según gusten.
He comenzado la entrada alabando al fruto de la vid porque beber vino (buen vino) fue una de las cosas que más hicimos en nuestras vacaciones toscanas.
Con ánimo de que encuentren en estas línea alguna utilidad, les cuento a continuación las cantinas que decidimos visitar y los vinos que seleccionamos para degustar y comprar, aconsejados por gente autóctona.
Aunque en el mundo entero quizás la denominación de origen más conocida de esta región sea la de Chianti Clásico, los oriundos parecen no tenerla en demasiada estima, y siempre que preguntábamos nos aconsejaban otras denominaciones menos promocionadas pero muy exclusivas y cuidadas. Me estoy refiriendo, en concreto, a la denominación Brunelo di Montalcino y Nobile de Montepulciano, ambos de la provincia de Siena.
En Montepulciano visitamos la cantina POLIZIANO, en la que probamos (y compramos) uno de los vinos de su más aclamada selección: ASINONE.
También estuvimos en la CANTINA GATTAVECHI; una cantina familiar situada en el centro mismo de la población de MONTEPULCIANO en la que disfrutamos de un aperitivo a base de quesos y embutidos y una degustación de vinos realmente deliciosos.
Otra cantina interesante es la de Redi, que también está en el centro de la población.
Creo que una de las cosas más maravillosas de esta ruta vinícola que nos montamos el de los 70´y yo durante tres días completos de nuestra estancia, fue descubrir los paisajes de esta zona de la Toscana… Algunos dicen que se ha convertido en el Saint Tropez italiano; con un turismo de lujo y selecto, poco explotada y masificada… Lo cierto es que los paisajes que se divisan desde la ventanilla del coche por carreteras secundarias y casi desiertas, son pura ensoñación:
No podíamos evitar parar cada 50 metros, salir del coche y respirar el horizonte verde…
La misma belleza mostraban los pueblos, con sus calles de piedra y sus casas vestidas de flores.
En cuanto a la denominación Brunello di Montalcino, es una denominación muy pequeña y exclusiva, hay muy pocas bodegas y los cultivos son viñedos familiares muy tradicionales.
En esta zona, visitamos dos bodegas:
En primer lugar la cantina de Barbi; situada en un paraje espectacular, en la que aprovechamos para comer en su fantástico restaurante una pasta con carne de caza que nos cautivó.
Si están pensando en ir y se preguntan qué vinos pedir, les recomiendo las añadas de 2004, 2006 y, sobre todo 2007.
Para despedirnos y con la vehemente recomendación de nuestro anfitrión el Sr. Tadeschi, visitamos una bodega mucho más pequeña y cuya producción es una auténtica maravilla; San Polino. Son vinos ecológicos realmente diseñados más que fabricados o producidos.
Al llegar nos atendió uno de los hermanos propietarios de los viñedos y bodagas y, además de explicarnos con mucho detalle y amabilidad todo el proceso, desde la recogida de la uva hasta el embotellamiento del vino, nos invitó a una degustación en la parte trasera de la casa/cantina, en un lugar bucólico, con vistas espectaculares, rodeados de silencio campestre amenizado por los cantos de los pájaros y los zumbidos de los insectos. Tres botellas de vino y una conversación chapurreada en tres idiomas divertida y reveladora. No se puede pedir más a la vida, no?
Las imágenes a continuación son de la cantina.. El pañuelo que luzco a todas horas en la boca era mi remedio casero a un ataque de alergia que casi me cuesta la asfixia esa misma noche (pero esa historia, da para otra entrada).
Después de tan agradable experiencia, y con la relajación que te aseguran cuatro buenas copas de vino, o para mejor decir, cuatro copas de buen vino, nos fuimos a visitar la Abadía de St Ántimo; un complejo monástico en el que siempre pienso cuando mi leñador coge alguna rabieta y mi mente quiere volar a lugares serenos y perfumados de paz.
Es un remanso, un lugar casi celestial en el que reina un silencio dulce y cómodo. Quedé prendada de la forma en que la Abadía se dejaba acariciar por la luz primaveral del sol y se hace inmensa rodeada de un valle superlativamente verde.
Casi me quedo allí, entregada a la vida monástica cuando al entrar descubro una celebración en la que unos 50 monjes vestidos de lino blanco cantaban cantos gregorianos… A punto estuve…
Al final nos acordamos del vino y nos despedimos mucho más relajados que si hubiéramos pasado por cualquier SPA de la Costa Blanca.
Después de este paseo por las nubes, finalizamos el viaje con dos clásicos italianos: Florencia y Venecia.
En realidad Florencia fue una visita intercalada entre la ruta vinícola; aunque por sistematizar la he colocado al final.
De Florencia seguro que todos saben mucho, así que poco les voy a contar; solamente que es quizás la ciudad que más me ha impresionado en mi exigua vida viajera y que me fascina porque no puedo ser más fan del Renacimiento.
Adoro el Hospital de los Inocentes; simetría, clasicismo…
Los jardines del Palacio Pitti son, además, perfectos para hacer un poco el ganso…
Y pongo fin a este nostálgico viaje del recuerdo en una ciudad que hay que visitar al menos una vez en la vida; porque no echa peste ni está sucia… Es simplemente fantástica; es romántica y asombrosa, desconcertante, a veces, mentirosa, arrebatadora y un poco canalla… Es Venecia.
Y hasta aquí el paseo. No se Ustedes pero yo estoy por cancelar el apartamento en la Playa, cuarto sin ascensor y pillarme un vuelo para Italia…
De cualquier manera, volviendo a Elvis, todo viaje es maravilloso si se hace en una compañía adecuada… VIVA EL AMOR, CLARO QUE SÍ!! Y viva el dinero también, cuando se le coloca en su lugar, en tanto en cuanto nos permite estas experiencias.. Afortunados somos de haberlas vivido.
Un comentario en “LA DOLCE VITA II ( !VIVA EL VINO!!)”