Con la Venia, Señoría: Tengo que amamantar.


IMG-20140319-WA0013Todo blog de maternidad que se precie debe tratar la joya de la corona de entre los gajes y oficios de esta noble labor. A saber: La lactancia.


Desde mi punto de vista, tanto hablar de lactancia nos ha distorsionado un poco la perspectiva. Ha pervertido de alguna manera su sentido primario y nos ha enzarzado en polémicas doctrinales, posiciones antagónicas y disputas virtuales… 

Cuando me preñé tuve claro que quería amamantar, aunque no las tenía todas conmigo: El primer y único ejemplo de mujeres no aptas para tan maravilloso menester que la matrona de mis clases preparto utilizó con recalcitrante tono compasivo fue, precisamente, el de las abogadas.

Una, que además no se caracteriza por la seguridad en sí misma, empezó a recular pensando que si aguantábamos tres meses, podríamos darnos por contentos; mi leñador y yo.

Llevamos casi 16 meses y esto no tiene pinta de estar llegando a su fin…. No queremos; ninguno de los dos, aunque menos él, la verdad  (A mí algunas veces me dan ganas de arrancármelas).

Decía lo de la perversión porque la sorpresa con la que me encontré cuando mi pequeño, aún caliente y viscoso, se enganchó a mi pecho, fue que ESO era naturaleza viva; en estado puro, documental de la dos, vaya.

Mi hijo humano parecía un lechón, un cachorro perfectamente comparable al de cualquier otro mamífero: Palpaba con sus manos poco diestras mi barriga y, con los ojos cerrados, reptaba al olor de la leche hasta enganchar el pezón como el que logra agarrar un objeto con una liana. Una vez allí parecía haber llegado a casa; regulaba la respiración, la temperatura y se acurrucaba tierno y calmo. Sin intención, por instinto.

20131231_195711

Entre mis primeras sensaciones con el pecho recuerdo dolor (por muy primeriza que fuera, a mí los entuertos me hacían polvo), alguna que otra grieta, cierta ansiedad por la congestión de «las manolas» con la subida de la leche y, por supuesto, dado que me pasaba media noche lactando y la otra media acunando y cantando, mucho sueño (eso sí, pese a que sigo desafinando como una condenada en el canto en general, le he cogido un punto a las nanas que hace las delicias de todos mis familiares en la hora de la siesta).

En la intimidad de mi hogar el pecho se ofrecía, como diríamos en mi tierra, «a pajera abierta». Sin horarios ni restricciones. Esto nos costó, y nos sigue costando a fecha de hoy, más de una mirada juiciosa. Sólo las mamás que proveen a sus hijos el servicio «teta 24 horas» pueden entender la frustración que me causaba la eterna pregunta: ¿A qué hora le toca mamar?». La única respuesta que generaba mi masa cerebral a esta interpelación, era un irónico «A las 15:00 horas, 40 minutos, 53 segundos, NO TE JODE!». Naturalmente me cuidaba de dar esa respuesta y, a cambio, espetaba un complaciente, «en un rato» (Un rato puede ser muchas cosas…).

Aún peor era esa situación en la que, en medio de la reunión familiar, al gemido constante de tu pequeño (al berreo, en caso de mi leñador) lo cogías tratando de pasar desapercibida y te lo ponías al pecho como el que no quiere la cosa, cruzando los dedos de los pies para no despertar la suspicacia de tu suegra. No obstante, la mujer, que está en todo, enseguida pregunta: «¿Ya le vas a dar de mamar? ¿Pero si mamó hace menos de una hora?.»

La reacción que perfeccioné a esta pregunta (absolutamente retórica, por otra parte… No es que le vaya a dar, es que le estoy dando…) fue un leve encogimiento de hombros acompañado de un suspiro aspirado con una mueca tendente a la sonrisa. Funciona. Se callan; seguramente pensando alguna de estas tres cosas: 1; El niño no queda satisfecho con la teta y tiene hambre a todas horas. 2; no le estamos acostumbrando bien y se está «engolosinando» con la teta, o 3; como madres endiabladamente primerizas que somos no sabemos gestionar un llanto y todo lo solucionamos con teta. En cualquier caso, se callan.

Menos mal que estaba mi abuela (otra vez mi abuela). Si por ella hubiera sido, la «muchachica» no se despegaba de las brevas de su madre ni para recibir el agua bendita.

Superada esta fase de ser diana de todas las aspiraciones de tus allegadas de convertirse en pediatras o matronas, nos vimos obligados a enfrentarnos a empresas mayores: Una mastitis que me hizo llorar de dolor y desesperación, y la vuelta al trabajo.

No es correcto llamarla vuelta en realidad, porque a duras penas estuve desconectada un par de semanas. El leñador vio la luz del día (de la tarde) un 30 de Diciembre y el 12 de Enero tiene registro de entrada un recurso de apelación que tuve que presentar…

La conciliación en nuestro caso sólo es mérito nuestro. De mi marido; de mi hijo, de mis padres, de mis suegros y mío. A nadie, mucho menos al Estado, le debemos nada en este sentido.

Mi presto hombre de los tardíos 70´se ha recorrido media geografía española para llevar a mi hijo a los brazos de su madre entre juicio y cita; entre reunión y comparecencia.

Recuerdo una ocasión en la que el leñador, con sus tiernos 3 meses, se paseó por toda la Vega Baja del Segura mientras su madre ejercía su profesión en los Juzgados de Torrevieja y salía del palacio de Justicia, tras más de dos horas de Juicio, a una velocidad que ya quisiera Ussain Bolt, aún «entogada», y ante la atónita mirada de los agentes que custodiaban la entrada y la salida, para darle su criptonita.

Suerte la mía que tras el parto perdí todo el pudor de mi juventud y he lactado en cualquier lugar, en cualquier momento y de cualquier manera…

A fecha de hoy, ya hemos aprendido mucho. El leñador sabe perfectamente lo que quiere y, cada vez que desea retozar entre las «domingas» de su madre, señala de forma autoritaria el asiento más confortable que encuentra a su alcance y articula un claro e incisivo: MAMÁ. Con esta orden, me siento y empieza el despiporre…

5 comentarios en “Con la Venia, Señoría: Tengo que amamantar.

  1. Esther dijo:

    Me siento totalmente identificada contigo, Raquel. Tu presto hombre se ha recorrido los juzgados de media España y el mío los teatros y auditorios, de camerino en camerino, je,je. Y mi niña no dice MAMA para pedir, so no que directamente dice TETA. Mi nombre se ha convertido en 14 meses en MAMÁ y apellido TETA, je, je.

    Me gusta

    • Jejej!! Me imagino Esther! El mío empezó diciendo Tetita y luego derivó en teta, pero ya me tiene tan bien eseñada que con señalar al sillón y decir mamá, obedezco sin rechistar…Jejejeje. Menos mal que tenemos a nuestros consortes que nos lo hacen posible… Espero que vuestra niña esté muy bien… Ya tengo muchas ganas de conocerla!!

      Me gusta

  2. 27 meses de lactancia llevamos ya nosotros y dicho así da vértigo, jamás imaginé que tendría que vencer comentarios y miradas ajenas, salir corriendo de un pase de prensa para llegar a una toma, etc. La lactancia nos empodera! besitos!

    Me gusta

Deja un comentario