De Fiódor Dostoyevski y Paula Echevarría

Mamá, hermana, hombre Recién salido de los 70´, cuñado; despistado que no sabes cómo has llegado hasta aquí y archienemigo que te asomas estratégicamente a mis intimidades: Voy a deciros algo sobre mi; soy una intelectual. Sí, sí, aficionada, pero intelectual al fin y al cabo.

Disfruto con el cine de Bergman (cariño, ahórrate la broma; es el Director sueco de esa película silenciosa en la que sonaban relojes a todas horas mientras una joven agonizaba, y que casi nos cuesta el divorcio). Entre mis películas favoritas están «A straight Story» de David Lynch, «La cinta blanca» de Haneke o «Magnolia» de Paul Thomas Anderson (Juro que no he pensado en suicidarme desde que tenía 16 años).

Me han quedado grabadas a fuego lecturas como «El conde de Montecristo» o «El Cuarteto de Alejandría» (completito; con su «Justine», su «Baltazhar», su «Montoulive» y su «Clea»); he leído a Proust; me emociono con Wilde y me gustan los poemas de Lorca, Neruda, y últimamente Jose Hierro o Carlos Bousoño.

Gracias a mi querido esposo violinista (hasta él mi conocimiento de la música clásica casi se limitaba a la banda sonora de La Lista de Schindler), tuve mi primer disco en propiedad (Schubert); he disfrutado como una enana con el Concierto en Re M para violín y orquesta de Tchaikovsky,  y aún me emociono cuando recuerdo a la orquesta tocando el comienzo de su Serenata para Cuerdas, mientras entraba a la Iglesia el día de nuestra boda.

Me gusta el impresionismo y el postimpresionismo (Renoir, Cezanne…) y el estilo arquitectónico románico y del primer renacimiento (me pirra el Hospital de los Inocentes).

Además de todo eso, detesto Crepúsculo y seria capaz de inmolarme frente a los estudios de Mediaset.

Lo que os decía, intelectual… Y ello a pesar de que no vea el momento de poner alguna excusa como que tengo que hacerme la cera, para irme corriendo a ver «50 Sombras de Grey». En fin, no es por el guión (no he leído el libro), pero… Ya me entendéis…

Nada tiene que ver que me debata entre Mario Vaquerizo y  Henry Miller si me preguntan a quien elegiría para conversar durante una cena tranquila.

Intelectualoide, al menos, aunque me regocije loca de contenta junto a una copa de vino cada vez que en el Cosmipolitan reponen Sexo en Nueva York.

¿Qué importa si me paso horas ojeando blogs de moda, estilo o decoración y lleno la barra de herramientas con webs de shopping online? No; esto no me apea de mi impostada  condición de, como mínimo, pseudo intelectualoide.

Tampoco que alguna que otra vez (más de las que quisiera reconocer) me haya visto obligada a echar una ojeada rápida y disimulada a la wikipedia, para seguir alguna conversación sobre literatura, arte o filosofía.

De ningún modo se me caen los galones porque en algún concierto del Señor de los 70´(de violín, claro está, cuando toca la batería ya os digo yo que con ese ritmo progresivo del infierno no hay quién se duerma – seguro que si lo escuchas al revés se oye algo satánico-) me haya despertado con la baba colgando ante la tos fingida de la Señora con pieles de tigre que se sentaba a mi lado.

Un intelectual puede, perfectamente, venirse arriba cuando suena «Wannabe» de las Spice Girls y entristecerse porque Brad Pitt dejase a Jennifer Aniston, esté enamorado de Angelina Jolie y ya no vaya a volver nunca con Jennifer Anniston (esa tristeza sí que te define como hija de los 90; y no los chinos de la suerte). Tampoco deja uno de ser intelectual porque le consuelen los muchos kilos que Mija Jovovich engordó durante su embarazo.

Aunque la verdad, hay algo… Algo que amenaza seriamente mi autoinclusion en este selecto grupo. ¿Puede realmente un intelectual engancharse a VELVET y tragarse todos los capítulos sin excepción? Todos; sin remilgos ni anestesias. Desde el primero al último.

Pardiez! Mucho me temo que no. Imposible; porque esa serie es un culebrón de dos pares de narices; porque explicarle a mi hijo que las colillas del suelo no se comen, compromete más mis conexiones neuronales que el complejo de Edipo de Miguel Ángel Silvestre con Ángela Molina…

!Por el amor de Dios, Raquel, si el personaje interpretado por Paula Echevarría es más plano que Mickey Mouse!. Por cierto que la chica en una entrevista dijo que  era el más importante de su carrera…Vaya! No lo quiero ni imaginar…

Te has atiborrado de escenas de chico guapo (aunque algo brutote) salva (en alguno de los sentidos) a chica preciosa (aunque aburrida hasta hartar), incluida la emulación del final de Oficial y Caballero pero con coche  vintage descapotable, y ahora debes asumir sin rechistar el destierro de la tierra del saber…

Me voy, mas no sin antes decir que aquí, la menda menda lerenda, nunca ha disfrutado tanto como lo hace leyendo el pasaje de «El Gran Inquisidor», querido Dostoievsky.

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